Las elecciones judiciales de 2025 en México están a la vuelta de la esquina y con ellas una creciente preocupación por la influencia de las plataformas digitales en la democracia. En un contexto donde la desinformación puede moldear la opinión pública de manera masiva, la participación ciudadana informada se ha convertido en una prioridad para proteger la integridad de nuestro sistema electoral.

En este marco, la reciente iniciativa impuesta desde Palacio Nacional sobre la regulación de las plataformas digitales ha generado un intenso debate, especialmente por sus críticas al microtargeting (una táctica que permite segmentar audiencias y difundir mensajes dirigidos, lo cual puede favorecer aún sector político sobre otro) y las fake news (noticias falsas) durante las campañas políticas. Sin embargo, existe una contradicción central que no podemos pasar por alto: mientras el gobierno de Morena se ha pronunciado contra el poder de las redes sociales, hoy las utiliza para acarrear al electorado en las elecciones judiciales. Esto nos lleva a una pregunta esencial: ¿realmente protege a la democracia o estamos cayendo en una nueva forma de manipulación política?

 

Iniciativa de las Telecom y el Control de las Plataformas Digitales

La propuesta por parte de la titular del Ejecutivo de regular las plataformas digitales tiene un objetivo que, a primera vista, parece noble: evitar que las fake news (noticias falsas), la desinformación y las tácticas como el microtargeting distorsionen los resultados electorales.

El peligrose hace del control excesivo sobre qué se publica y quién puede expresar su opinión en las redes sociales, y quién no. Como ciudadanos, todos debemos preocuparnos por cómo se define qué es “desinformación” y quién tiene la autoridad para censurarla.

En un país democrático, no podemos permitir que una idea tan ambigua de regulación se convierta en un instrumento de control del discurso. Si se regula, debe ser de manera transparente y justa, sin que ello se convierta en una excusa para silenciar a quienes piensan diferente, de manera libre y sin distorsiones.

 

Definiendo las fake news y el microtargeting

Las fake news son informaciones completamente falsas, creadas deliberadamente para engañar a las personas, a menudo con el propósito de manipular la opinión pública o influir en decisiones políticas. Por otro lado, el microtargeting es una técnica de publicidad digital que utiliza datos personales para segmentar audiencias y enviarles mensajes políticos muy específicos, dirigidos a sus intereses o creencias particulares.

 

La paradoja de usar las plataformas digitales para promover el voto

Pero aquí viene la contradicción que no podemos ignorar: el mismo gobierno que critica las plataformas digitales por su influencia en las elecciones y está promoviendo control y censura, utiliza esas mismas plataformas para manipular a la ciudadanía. ¿Recuerdan la campaña lanzada por Meta (Facebook) invitando a los usuarios a agregar un marco a su foto de perfil con el mensaje “Muestra que la elección es importante para ti”? Esta campaña, aparentemente inocente, no es más que una estrategia de microtargeting, en la cual los mensajes están dirigidos a grupos muy específicos de votantes.

Aunque la intención sea promover la participación, lo cierto es que este tipo de tácticas puede generar un desbalance informativo, favoreciendo a los actores políticos con más recursos para usar estas herramientas. Si el gobierno critica tanto la manipulación digital, ¿cómo justifica usarla a su favor? Hay una clara incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

 

Los riesgos de manipulación y desinformación

El microtargeting y las fake news son un par de fenómenos que no podemos subestimar. La capacidad de las plataformas para segmentar audiencias de forma tan precisa abre la puerta a la manipulación electoral. ¿Cómo? Creando una falsa sensación de consenso entre ciertos grupos o, peor aún, difundiéndose información distorsionada que induce a los votantes a tomar decisiones erróneas.

En un entorno donde las noticias falsas pueden viralizarse con rapidez, la desinformación puede tener un impacto devastador en la confianza pública. Si bien la iniciativa de Sheinbaum aparenta ser una medida protectora, el gobierno en el poder se aprovecha de las mismas tácticas que antes criticaba, está participando de una forma maquillada de manipulación que ya no podemos ignorar. Si realmente se busca defender la democracia, no basta con crear leyes, necesitamos garantizar que las plataformas sean utilizadas con ética, transparencia y responsabilidad.

 

La contradicción entre críticas pasadas y acciones actuales

El gobierno de Morena, a lo largo de estos años, ha sido muy crítico de las plataformas digitales, destacando los peligros de su uso en las elecciones y proponiendo regulaciones para frenarlas. Pero, irónicamente, en este mismo contexto, recurre a las mismas plataformas sociales como herramientas electorales.

Es difícil justificar esa contradicción. Si el gobierno considera que las redes sociales son tan peligrosas para la democracia, ¿por qué hacer uso de recursos públicos al promover las mismas tácticas que se denuncian? Esto no solo socava la credibilidad del gobierno, sino que también pone en duda las verdaderas intenciones detrás de las regulaciones propuestas.  ¿Por qué no rechazar el uso de las plataformas como instrumentos políticos? En lugar de crear reglas que favorezcan a un solo sector, deberíamos garantizar un proceso electoral justo, donde todos los actores políticos tengan las mismas oportunidades.

 

Los desafíos para la democracia y la necesidad de transparencia

Hoy más que nunca, debemos estar alertas sobre los riesgos que corremos como democracia. Las plataformas digitales pueden ser una herramienta poderosa para fomentar la participación, pero también pueden fácilmente distorsionar el proceso electoral.  Sin una regulación clara, transparente y justa, las plataformas se convierten en campos de manipulación, donde el poder de decidir no radica en los ciudadanos, sino en quien maneja la información.

La pregunta que debemos hacernos es crucial: ¿Cómo puede el gobierno federal y el oficialismo garantizar que la democracia no se vea afectada por el uso de las redes digitales? ¿Es posible encontrar un equilibrio entre la regulación, la protección de la democracia y la libertad de expresión? Si las plataformas digitales van a ser parte de nuestras elecciones, debe haber reglas claras y justas que aseguren que no se conviertan en instrumentos de manipulación.

Y en este contexto, surge una interrogante inquietante: ¿Será esta estrategia de controlar plataformas y difundir mensajes masivos a través de ellas en las elecciones judiciales un ensayo para lo que se podría hacer en los próximos comicios a cargos de elección popular? Si este tipo de tácticas se normaliza, corremos el riesgo de ver cómo la manipulación digital se convierte en una herramienta central para la política del futuro.

Como ciudadanos y como legisladores, tenemos el deber de proteger la integridad de nuestras elecciones y la confianza de la ciudadanía en las instituciones democráticas. Solo con un uso responsable y transparente de estas herramientas podremos garantizar que nuestra democracia se mantenga sólida y libre de distorsiones.

El autor es senador de la República y presidente de la Comisión de Desarrollo Municipal

@MarioVzqzR