(Segunda y última parte)
Ignacio Trejo Fuentes

En la primera parte de esta reseña dije que Retrato a lápiz, libro reciente de Dionicio Morales, reúne parte del trabajo poético y crítico del tabasqueño. Crítica literaria, de artes plásticas, de teatro; Periodismo cultural y Crónica son espléndidos botones de muestra de la agudeza de Dionicio, a quien considero, además de notable poeta, uno de los mejores críticos de México.

En “Imitación de la vida” analiza la obra de dramaturgos como Sergio Magaña, Hugo Argüelles, Carlos Olmos, Julio Castillo y Xavier Villaurrutia; y ensayos sobre distintas aristas del teatro.

Por supuesto, Morales tiene autores preferidos: Carlos Pellicer en poesía y Sergio Magaña en dramaturgia. Eso se demuestra con el hecho de que son los más mencionados en distintas notas y en las dedicadas en exclusiva a ellos. Y cómo no entenderlo, porque fue amigo cercanísimo de ambos, y conoce su obra como pocos.

Hay en Retrato a lápiz una crónica hecha con todas las de la ley. Se sabe que aquélla es la frontera exacta entre el periodismo y la literatura narrativa, porque debe partir de hechos reales aunque contados como si se tratara de una pieza ficticia. Lo que cuenta fue real, y puedo certificarlo porque fui parte de los involucrados. Una noche, luego de la presentación que Dionicio y yo hicimos de un libro, abordamos un taxi para ir de la Casa Lamm a un restaurante de la misma colonia Roma. De repente se metieron al auto tres asaltantes, y nos quitaron dinero y una bolsa donde mi amigo llevaba unos libros de su autoría que acababa de comprar. Nos hicieron cerrar los ojos y así nos “pasearon” por quién sabe dónde (Morales dice que él sí veía por dónde andábamos). Me bajaron del taxi en Baja California y se llevaron al poeta. Me fui a casa y esperé noticias de Dionicio, quien por su parte caminó desde Mariano Escobedo hasta el restaurante donde ya estaban nuestros amigos: ninguno de los dos tenía siquiera un peso. (Durante la cena fue robado el auto de uno de los comensales.)

Cuando volví a encontrarme con el poeta me contó el resto de la historia que ya no atestigüé. Y le dije, para consolarlo, que los ladrones tendrían un severo castigo: tenían que leer los libros que le habían robado. No le hizo mucha gracia. Y ese lamentable episodio es la materia de la crónica, “sabrosa”, ágil, inteligente. En mi opinión el tabasqueño debería frecuentar ese género, para agregarse a la espléndida nómina de notables cronistas que ha habido y hay en el país.

El conjunto del volumen no tiene pierde: poesía, ensayo, narrativa, dejan un sabor de boca más que agradable.

Dionicio Morales, Retrato a lápiz. Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, México, 2010; 415 pp. (Incluye retratos de Dionicio Morales por Gonzalo Utrilla y un poema de Carlos Pellicer dedicado a su paisano Dionicio.)