Un personaje denunciado, cuestionado por su desempeño durante la etapa de la pandemia en el país, ahora es propuesto por este gobierno como representante de México ante la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo internacional cuyo objetivo principal es lograr que todas las personas alcancen niveles máximos de salud
La OMS, organismo universal de la ONU, promueve la salud, protege al mundo de amenazas sanitarias, atendiendo de manera prioritaria a poblaciones vulnerables. Una de sus funciones primordiales es la de coordinar la respuesta a nivel global ante emergencias sanitarias como pandemias, desastres naturales y brotes de enfermedades y hoy tiene que recibir como miembro al mismísimo “doctor muerte”. Tremenda paradoja.
Hugo López-Gatell, exsubsecretario de Salud con López Obrador, cobró notoriedad debido a que fue el encargado por el exmandatario mexicano para combatir la pandemia por COVID-19. Sí, aquel que afirmó que no era necesario el cubrebocas y que el presidente tenía inmunidad debido a su calidad moral.
Llegó a los hogares de muchas familias mexicanas gracias a que fue instalado por López Obrador en todas las mañaneras para explicarnos que se haría para combatir de manera eficaz la pandemia en nuestro país.
Esperemos ahora que el doctor muerte ha sido designado como representante de México ante la OMS, en Ginebra, Suiza, que actúe como lo que dice ser, un científico, un doctor y no un político, porque no lo es.
La pandemia la quiso manejar como un político y las consecuencias fueron desastrosas. Cuánta gente murió o puso en peligro su vida debido a sus afirmaciones y ocurrencias negligentes que no tenían el menor respaldo científico.
El “doctor muerte” como es llamado por algunos, afirmaba no hace mucho tiempo que México tenía el mejor sistema de salud. Hay quienes se preguntan y razones no les faltan, si en lugar de ser premiado con un nombramiento en la OMS, no debería estar compareciendo ante tribunales de justicia.
Todas las instancias independientes que han evaluado su actuación coinciden en que se pudieron haber evitado muchas muertes, y ahora por qué recompensarlo con un nombramiento que además al parecer no existe. Es decir, no aparece en ningún lugar el cargo de representante de México ante la OMS.
Hoy lo mandan a un organismo que dicta las directrices en caso de pandemia y, que, por cierto, mismas que el “doctor” en su momento no siguió o desestimo por completo.
Al final del día es un nombramiento en donde no gana nadie, tal vez solamente alimenta el ego de alguien que vive en un rancho, pero no le sirve de nada a la presidenta Claudia Sheinbaum, ni mucho menos abona para el prestigio de nuestro país en el entorno internacional.
Este tipo de designaciones es lo que lastima a gente muy capaz que sigue esperando años, décadas, a ser reconocidos por su trabajo en el servicio exterior mexicano. En el ámbito internacional a muchos cónsules o embajadores de carrera nunca les llega un nombramiento derivado de su amplia experiencia. Sus lugares son ocupados por cargos de honorarios que obedecen a pagos de tipo político.
Los casos como López-Gatell son el ejemplo de como esta clase de personajes que no tienen ningún mérito son premiados, lo cual se debe más que a logros propios y reconocimiento a una brillante trayectoria, al cumplimiento de compromisos políticos derivados del pago de cuotas o “lealtades” a toda prueba.
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