Hubo en el futbol mexicano una leyenda llamada Héctor Eugui —las leyendas no tienen tiempo ni nacionalidad—- Le decían “el Desalmado” porque tenía una potencia extraordinaria en sus relativamente pequeños pies. Los porteros le tenían más miedo que el normal porque, hay que decirlo, los porteros, al igual que los toreros, necesitan tener una dosis razonable de temor. La precaución correcta, decían los viejos tomistas —que no sabían que lo eran—, nace del miedo.
Eugui, “el Desalmado”, disparaba de media distancia, con una potencia y una puntería poco conocida en el futbol mexicano. Los porteros se achicaban mentalmente en vez de achicar los rincones por donde se colaba el golpeado balón. Y eso que los porteros mexicanos, a partir de “la Tota Carbajal” y “el Tubo” Gómez eran muy competitivos. Carbajal, incluso, fue comparado con Lev Yashín, conocido y respetado en el mundo como “La araña negra”. “El Tubo”, por su parte, fue el inventor de las salidas que llegaban hasta la portería contraria. Había riesgos, ciertamente, pero era espectacular. Uno y otro tuvieron el homenaje de ser imitados, pero ese es otro asunto.
Volvamos con “el Desalmado”, que vivía creando peligros en las porterías mexicanas. Los entrenadores recurrieron a diversas tácticas —o, mejor dicho, estrategias— con la finalidad de pararlo. Algunos estudiaron sus ángulos de tiro, para que los guardametas los cubrieran. Otros ordenaron el marcaje personal y muchos, ya de manera descarada, le recetaron la leña directa. Eugui se había convertido en un verdadero problema hasta que…
Llegó Nacho Trelles: un viejo zorro de las canchas. Su propuesta fue sencilla: nada de futbol-hacha, nada de marcaje personal ni de cubrir solo los ángulos por donde solía tirar, porque eran muchos y los guardametas solamente se hacían bolas.
La receta sigue siendo válida para el futbol mexicano: tener la pelota, no darla al contrario. Como lo ha dicho más tarde el gran Jorge Valdano, el futbolista más inteligente de todos los tiempos, “hay que abrazarse al balón”. Así al “Desalmado” habría que neutralizarlo desde la media cancha y no desde los espacios defensivos. Había que buscar a un jugador que, a como diera lugar, desviara los balones para que Eugui no los recibiera.
La receta del gran Nacho es válida para el desalmado Trump, que a cada rato nos manda balonazos demoledores. Ahora con la salida de la UNESCO, mañana con la carga aérea, pasado con… en fin. Pierna fuerte pero sin hacha. No hay que darle balones con declaraciones sin ton ni son.
Ciertamente la portería mexicana está bien resguardada, pero falta defensa y, sobre todo, una línea media capaz de defender y de dar fuerza al ataque. La guardameta se comporta correctamente, pero en varias de las líneas, el equipo parece hacer agua o, de plano, cada quien juega para su santo. A veces parece que la media cancha surte de balones a la delantera… enemiga. De las puntas de ataque ni hablar: no tenemos ningún delantero aceptable. Ni siquiera un cazabolas confiable.
A Trump, el Desalmado, hay que pararlo. Para hacerlo hace falta una buena estrategia y un equipo que tenga claro a lo que juega. No basta con las excelencias de nuestra cuidadora del arco. Nacho Trelles sabía la importancia del orden y, sobre todo, de las intenciones y los ánimos de los futbolistas. ¿Lo invocamos?
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