El caso confirmado de gusano barrenador del ganado en Sabinas Hidalgo, Nuevo León, no es un hecho aislado: es una amenaza directa que debe encender las alarmas en todo el país. Hablamos de un riesgo real para nuestra ganadería, la economía rural y la confianza de nuestros socios comerciales.
De acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), en un comunicado oficial emitido el 21 de septiembre, este foco es el más cercano a territorio estadounidense desde que inició el brote. Y el mensaje fue contundente: Estados Unidos ya no confiará ni dependerá de México en este tema. Han dejado claro que protegerán a toda costa a sus rancheros y que incluso apoyarán con estímulos a su propia ganadería para cubrir el mercado, en línea con la política de protección interna que caracteriza al actual gobierno norteamericano. Además, señalaron que este problema ya es considerado un asunto de seguridad nacional, lo que significa que será tratado al máximo nivel entre ambos países, desplazando a la SADER de su responsabilidad central.
La becerra infectada que llegó al norte desde el sur de México exhibe una falla crítica: los controles de movilización animal no funcionaron. Desde un inicio advertimos el descontrol en el ingreso de ganado procedente de Centroamérica, muchas veces sin los cuidados sanitarios debidos. La apertura indiscriminada, sin protocolos rigurosos de revisión, elevó el riesgo que hoy se materializa con brotes como el de Nuevo León. El gobierno federal, responsable de la sanidad agroalimentaria, no destinó recursos suficientes ni reforzó la vigilancia.
Y mientras en Washington anuncian planes de infraestructura, liberación masiva de moscas estériles y cierres de frontera, en México seguimos con respuestas tardías, timoratas y sin rumbo claro.
Las consecuencias ya se sienten en Chihuahua. Me lo dicen con tristeza ganaderos de la región de Cuauhtémoc y de la sierra que esperaban la apertura para exportar su ganado: “Senador, tenemos el ganado listo, pero si no se abre el mercado pronto no sabemos si esto seguirá siendo rentable”. Otro productor me confesó: “Toda la vida nos hemos dedicado a la ganadería, cuidamos la sanidad y la calidad, pero ahora sentimos que ese esfuerzo no vale porque el gobierno federal nos dejó solos”.
Duele escuchar estas voces. Chihuahua es un estado con una profunda cultura y tradición ganadera. Sus productores han invertido años en mejorar la genética de sus hatos, además de garantizar sanidad e inocuidad, y lo han hecho de la mano de su gobierno estatal. Hoy, lamentamos que ese trabajo esté en riesgo por la negligencia del gobierno federal.
No hablamos de poca cosa. Según cifras del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) y del propio USDA, Chihuahua exporta más de 300 mil cabezas de ganado en pie a Estados Unidos, llegando en algunos años a más de 500 mil, con un valor superior a los seiscientos millones de dólares. Cada cabeza de este ganado representa el esfuerzo de familias que viven del campo y que han apostado por mantener altos estándares de calidad. Si esa frontera permanece cerrada, las pérdidas económicas y sociales serán incalculables.
Frente a esta realidad, insisto en algo fundamental: la propuesta de regionalización sanitaria. Chihuahua y otros estados del norte han planteado con seriedad que se reconozca su condición diferenciada para mantener abiertos los mercados internacionales aun cuando haya brotes en el sur del país. Esa no es una ocurrencia, sino una solución responsable, técnica y reconocida internacionalmente para que un problema localizado no arrastre a toda la ganadería nacional.
En esa línea, he presentado una reforma a la Ley Federal de Sanidad Animal para dar sustento legal a esta regionalización. La plaga debe combatirse con firmeza, sí, pero sin sacrificar a productores que han hecho bien su trabajo y que hoy son víctimas de la inacción del gobierno federal.
La sanidad agroalimentaria es un tema de soberanía nacional, y no podemos permitir que la negligencia de unos cuantos borre décadas de esfuerzo del campo mexicano. Es momento de corregir el rumbo, respaldar a los productores y defender con firmeza lo que para Chihuahua no es solo una actividad económica, sino parte de su identidad, su historia y su orgullo.
IMPACTO EN CHIHUAHUA
– Exportación anual promedio a EE.UU.:
– Más de 300,000 cabezas de ganado en pie
– En algunos años: más de 500,000
– Valor económico: Más de 600 millones de dólares
Riesgo actual: Cierre de fronteras puede generar pérdidas incalculables
Regiones afectadas: Cuauhtémoc y la Sierra de Chihuahua
CAUSAS SEÑALADAS
- Fallas en controles de movilización animal
- Ingreso de ganado desde Centroamérica sin protocolos rigurosos
- Falta de recursos y vigilancia por parte del gobierno federal
El autor es senador de la República y presidente de la Comisión de Desarrollo Municipal
@MarioVzqzR