Ignacio Trejo Fuentes
Formo parte del grupo de profesores del Diplomado de Creación Literaria del Instituto Nacional de Bellas Artes, uno de los más completos que conozco, pues incluye Teatro, Ensayo, Novela, Cuento, Poesía, Guión Cinematográfico, Televisivo y Radiofónico; Cuento para Niños, Biografía y otras materias, en varios niveles. Inició en el Distrito Federal, pero ahora se efectúa en varios estados del país. Nos sorprendió cuando nos dijeron que deberíamos llevar el Diplomado a una escuela de ciegos, de modo que varios de los profesores hicimos una visita preliminar al Comité Internacional Pro Ciegos ubicado en Santa María la Ribera de esta capital para saber de qué se trataba, cómo íbamos a trabajar. Quedamos sorprendidos.
Esa escuela tiene registrados a ochenta alumnos de distintos grados. Se les enseña, al principio, a sentarse correctamente, a comer bien y a moverse por sí solos en las calles; luego, los alumnos aprenden manualidades, cocina, repostería, etcétera. Se les enseña a leer y escribir en el sistema Braille, y en otro llamado Negro, que es una como plantilla que les permite escribir con letra manuscrita. Y lo más notable es que los más avanzados pueden escribir y leer mediante modernos sistemas de computación: manejan un teclado especial que les indica cuando cometen un error y la manera de corregirlo; y pueden escuchar lo que han escrito.
La escuela tiene una soberbia biblioteca en Braille: desde Homero y Cervantes hasta José Agustín. Y su propia imprenta. Y venta y reparación de bastones. Asombroso. A mí me tocó impartir la materia Cuento, en cinco sesiones semanales con dos horas de duración, y me impactaron las historias que los participantes cuentan: nada que ver con el tema de su discapacidad.
¿Y qué tiene que ver en esto Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del Distrito Federal? Voy por partes.
El Comité Internacional Pro Ciegos se ubica en el número 218 de la calle Mariano Azuela, en la colonia Santa María la Ribera, y cuando los profesores fuimos por primera vez nos dimos cuenta de que las banquetas de los alrededores estaban más que deterioradas, como si pertenecieran a una ciudad en guerra: fracturas, coladeras abiertas…, lo que significa un peligro para todo viandante, en especial para los invidentes. Ruth García Rosas, la directora del Comité, nos dijo después que pidió auxilio a Agustín Torres Pérez, jefe delegacional en Cuauhtémoc, quien envió a un grupo de sus empleados para que atendieran la situación. Les hicieron dar un “paseo a ciegas” (con los ojos vedados) por el sector para que supieran los padecimientos de los ciegos en su tránsito por esos rumbos. La respuesta de la Delegación fue dar una “manita de gato”: repararon algunas cuarteaduras de la calle y no se volvió a saber de ellos.
A lo desastroso de las arterias aledañas a la escuela (Eligio Ancona, Manuel Carpio, Díaz Mirón, Eje 1 Alzate, Insurgentes…) hay que añadir que las aceras están invadidas de vendedores de todo tipo de cosas, de puestos de periódicos, lo que provoca que a cada rato los alumnos resulten lastimados. Me contó la directora que recientemente se instaló una papelería en Mariano Azuela con dirección a Eligio Ancona, que la dueña puso algunos de sus enseres sobre la banqueta y que varios de los invidentes tropezaron con ellos, de manera que la tipa los amenazó con correrlos a garrotazos.
Otro inconveniente es que la mayoría de los ciegos llega a la escuela en metro, en metrobús o en camión. Hay que imaginar las dificultades para llegar desde Buenavista: se debe cruzar Insurgentes, y eso es una aventura seria para cualquiera. Y gran lío para ellos es cruzar las calles, no pueden saber cuándo el semáforo está en verde o en rojo. Y Marcelo Ebrard sabe que existen los semáforos parlantes, que indican a los invidentes los momentos oportunos para cruzar las calles: han sido instalados en las colonias Condesa y Polanco, pero como dicen mis alumnos, en aquellos sectores los ciegos tienen auto y chofer, por lo que dichos semáforos son inútiles: deberían ponerlos en zonas jodidas como Santa María.
(Martí Batres, atinadamente despedido por Ebrard, creó el Barrio de los Ciegos en el Centro Histórico, para lo que “gastó” cien millones de pesos, a decir de la directora de Pro Ciegos, con el agravante de que las “innovaciones y mejoras” pretendidas no sirven para maldita la cosa.)
¿Sería mucho pedir al Jefe de Gobierno que se olvide un momento de sus ocupaciones políticas y auxilie a estos heroicos estudiantes? De no hacerlo, provocará que recordemos, a cada paso, un verso de Jaime Sabines: Y si camino voy como los ciegos.