Buscan contratos con empresas árabes petroleras

Por Regino Díaz Redondo  

Madrid.- La primavera árabe —tan deseada y admirable— tiene ahora múltiples problemas económicos y sociales que resolver. Las diferencias religiosas son el principal obstáculo para alcanzar  paz y democracia.

Ya comienza la rapiña. Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, y David Cameron, primer ministro británico, no pierden el tiempo. Fueron juntos, sonrisa y brazo extendido, a saludar a los nuevos dirigentes de algunas de las naciones que están recuperando su libertad y han destronado a los dictadores.

Libia

Al isleño, que nada tiene que ver con el euro ni quiere tener, sí le interesa el petróleo de la zona. Al francés, no digamos. Después de dejar bien escritas las órdenes elaboradas por él y Angela Merkel, se fue a Libia. El británico hizo lo mismo con puntualidad inglesa.

Fueron recibidos como héroes. Al menos, eso dicen las fotos y las declaraciones de los funcionarios de Africa y Europa.

Suponemos que en estos momentos conviene abrazarse  y considerar que todos somos hermanos en ideas y principios.

Pero la verdad es que los insignes políticos europeos se anticiparon para reclamar, de buena manera, con sonrisas y promesas, lo que tanto ansían: contratos con las petroleras de esas naciones, único móvil de su visita.

Muchos millones de dólares

¿Sabían ustedes que los señores Muammar Gadafi, Ben Alí, Hosni Mubarak y el líder de Nigeria tienen en bancos extranjeros 227 mil 880 millones de dólares? Y hasta ahora nadie sabe a dónde irán a parar.

Este dinero representa únicamente la suma de las cantidades oficialmente reveladas. Aparte hay millones y millones de dólares a nombre de personas y familiares cuyo paradero se desconoce.

Hay que reconocer que supieron emplear muy bien el tiempo.

¿Quiénes serán los próximos jefes de Estado o de gobierno que se darán una vuelta por el mundo árabe?

No duden que habrá un desfile de líderes occidentales que acomodarán su agenda para felicitar a los representantes de la libertad en esa parte del mundo. No olvidemos que hasta hace dos años, casi todos los países europeos recibieron a los jefes árabes derrocados como dirigentes ejemplares de sus respectivas naciones. No se dice, se ve y se sabe que esto fue cierto y las imágenes y declaraciones no mienten.

Es decir, hay que estar con quien convenga para sacar beneficios aunque sea aplastando las ideolo­gías políticas, si es que existen aún.

Aparece China

Lo que ya todos conocemos, aunque se trate de ocultar, es que China también está presente en esta contienda fraternal.

El país asiático no pierde el tiempo. Reclama su predominio en todas partes. Tiene fuerzas políticas y económicas suficientes para hacerlo. En tanto, los ilusos que creen en la miopía del politburó han comenzado a toser al darse cuenta que ya a nadie se le engaña como a un chino.

En el país de Mao, sus actuales jefes, vestidos impecablemente a la occidental —camisa de cuello duro y corbata de colores,— han prometido a los árabes y a los europeos en apuros que comprarán deuda siempre y cuando se eliminen las restricciones a sus exportaciones e inversiones.

Nada tan claro ni evidente como que ya desde hace tiempo se convencieron los chinos que en unos años serán la primera potencia mundial. Porque Estados Unidos, inmerso en la lucha por la sucesión política del año que viene, ha perdido un poco el rumbo al extremo de que le está dando demasiada importancia a quién será el próximo presidente en vez de tapar todas las grietas por las que se escurre su hegemonía.

China, país comunista, se entenderá lo mismo con Barack Obama que con el republicano Rick Perry, aunque éste se encuentre en las Antípodas de la democracia del país más democrático del mundo.

Ustedes lo saben —y yo lo reitero—, China tiene ya muy importantes compromisos y contratos firmados en una gran parte de países africanos. No ha perdido ni un minuto.

El estorbo de la religión

Independientemente de la lucha por el poderío económico en esa zona, el problema más difícil a resolver resultará el religioso. Como siempre, están los musulmanes y entre éstos los suníes y los chiíes, los cristianos y vaya a usted a saber cuántas más derivaciones y cultos existan.

Si Israel y Palestina no se entienden, ni se entenderán, imagínese la que se avecina en las naciones en donde los dictadores dominaron durante décadas.

Es tal el número de contradicciones que existen entre ellos mismos que será difícil conocer quién tiene la verdad y, sobre todo, cuáles son los más viables interlocutores con Occidente.

Pero no queda ahí la cosa. Acaba de entrar en escena el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, que aparentemente quiere convertirse en una figura capaz de conseguir la inclusión de Palestina como país en las Naciones Unidas. Esta posición le ha causado graves daños, pero también ha recibido muchas felicitaciones. Naturalmente los israelíes están indignados y ven cómo los habitantes de la Franja de Gaza se mueven inquietos. Luego hay peligro. Y no lo van a permitir.

Erdogan debe tener algún motivo ulterior para pronunciarse en forma tan agresiva contra las decisiones de los judíos.

Todo esto complica la situación, empeora el medio ambiente internacional y nos alumbra un porvenir poco halagüeño.

Por si acaso hay que tomar muy en cuenta la posibilidad de que los eternos vendedores de armas engorden su patrimonio y sus arcas a costa de la vida de unos y otros. Es más, seguro que ya lo están haciendo bajo cuerda.

Los argumentos para defender las actitudes beligerantes podrían resumirse en esta frase dada a conocer por un clérigo español: “Te mato, pero perdóname. Ya no lo vuelvo a hacer”.