Joaquín Pérez Sánchez

En Colombia se recrudeció el enfrentamiento armado interno, tras el abatimiento del máximo comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Alfonso Cano, mientras que en Guatemala, en una segunda vuelta eleccionaria, ganó la presidencia del país el ex general Otto Pérez Molina, lo que representa el regreso de los militares al poder formal.

El pasado 4 de noviembre el máximo dirigente de la guerrilla más antigua de América Latina, Alfonso Cano, fue abatido por el ejército colombiano en una operación que, de acuerdo con declaraciones del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, fue planeada lentamente y se aplicó “impecablemente”.

Para muchos políticos, periodistas y analistas locales, la muerte de Cano fue el más duro golpe que han recibido las FARC en los últimos años y puede significar el “principio del fin de la guerrilla”. Sin embargo, en muchas otras ocasiones se ha dicho lo mismo, pero el movimiento armado continúa.

De hecho, dos días después de la muerte de Cano, las autoridades reportaron un ataque con explosivos en el municipio de Piendamó, en el suroeste del país, contra una estación de policía. Los éxitos militares del ejército colombiano en los últimos años, han llevado a la percepción exterior de que la guerrilla en ese país está a punto de colapsar, pero en los hechos, Colombia dista mucho de estar en paz, por el contrario aunque en menor intensidad, siguen los enfrentamientos, el país está militarizado y los paramilitares siguen activos.

En tanto, en Guatemala, otro país que ha vivido un conflicto armado interno de varias décadas, el cual finalizó formalmente en 1996, vivió su segunda vuelta electoral el pasado domingo 6 de noviembre, en la cual resultó ganador el general en retiro Otto Pérez Molina, uno de los militares que suscribió los Acuerdos de Paz.

De acuerdo con las autoridades electorales del país Centroamericano, Pérez, del Partido Patriota (PP) obtuvo el 54 por ciento de los votos en el balotaje, derrotando a su oponente, el empresario Manuel Baldizón.

Para sus detractores, Pérez, quien fue jefe de la sección de inteligencia del ejército, es un personaje vinculado a las miles de violaciones a los derechos humanos cometidas durante el conflicto armado y temen que, ahora que tome el poder, aplique una política de “mano dura”, contra sus “enemigos políticos”.

En los hechos, el voto dividido demostró que la mayoría que acudió a las urnas prefiere la opción que les promete  bajar la “delincuencia” y promete orden y trabajo. Por otra parte, desde que se firmó la paz, en Guatemala ha sido imposible construir una opción alternativa al poder impuesto por la oligarquía y, aunque formalmente desde 1986 no había un militar en el poder, ahora el ex general Pérez Molina, representa el retorno de los uniformados, aunque esta vez a través de elecciones.

Como sea, Pérez Molina, suscribió los Acuerdos de Paz y por lo tanto, tiene ahora la oportunidad de demostrar que es un militar de transición que acepta las reglas de la democracia formal, de lo contrario, en Guatemala se estaría retrocediendo al pasado.