Ignacio Trejo Fuentes

La populosa y aledaña al Distrito Federal Ciudad Nezahualcóyotl es conocida también como Nezayork y Mi Nezota. Fue fundada por migrantes de otras regiones del país. Ha tenido —tiene— sus cronistas literarios: Emiliano Pérez Cruz, José Francisco Conde Ortega, Alberto Vargas y Eduardo Villegas, entre otros. Todos han atestiguado las transformaciones de Neza, desde que era polvaredas o lodazales, sin drenaje adecuado ni otros servicios de primer orden. Todos los mencionados tienen libros de crónica donde dan cuenta de la situación de ciudad. Conde Ortega ofrece ahora Luces de Nezayork, que reúne textos publicados con anterioridad en diarios y revistas.

Es notable el tono amoroso con que el autor se expresa de la también llamada Ciudad de los Rascasuelos; él le dice con frecuencia la Bella Neza. Pero eso no obsta para que ponga el dedo en llagas dolorosas, como la corrupción política, los atracos de policías, los problemas del tránsito vehicular, etcétera. En la década de los noventa (que enmarca la mayor parte de las crónicas) Conde Ortega encuentra que la falta de semáforos es lamentable y peligrosa, y parecería que a la fecha esos problemas han sido corregidos, pero los escépticos podrán señalar que la situación actual es muy parecida.

Como todo caballero urbano andante, el cronista y/o sus personajes recorren las calles de Neza, van de restaurantes a cantinas y cervecerías, se meten en mítines, en fiestas civiles y religiosas…, y el resultado es una suerte de mapa que ilustra cómo es aquella ciudad, su circunstancia, su gente. Aun quienes no tenemos contacto frecuente con aquélla, llegamos a familiarizarnos, y por su constante aparición en los textos sabemos dónde pasa qué cosa, reconocemos a varios de los protagonistas, sus lugares de reunión, etcétera.

Por lo demás, José Francisco se mueve con absoluta soltura en su ciudad y en la crónica, gracias a su trato con ambas. Recuerdo que era de los principales cronistas del diario unomásuno, y su espacio siempre fue Nezayork. No puedo dejar de mencionar el sentido del humor —a veces muy ácido— que campea en estas piezas, y el excelente manejo de la prosa por parte del autor, quien sabe recuperar el habla de la gente con la mayor facilidad. Cito a propósito las palabras de Jesús Francisco Conde de Arriaga, hijo de Conde Ortega y también escritor: “En este nuevo libro se confirma que el instinto de Conde Ortega por encontrar en la cotidianidad vestigios de infinitud sólo rivaliza con la musicalidad de su prosa y el rigor de sus construcciones”.

José Francisco Conde Ortega, Luces de Nezayork. Cofradía de Coyotez, Gobierno del Estado de México, Instituto Mexiquense de Cultura, México, 2011; 94 pp.