Se impone Pérez Rubalcaba a Chacón por 22 votos
Regino Díaz Redondo
Madrid.- Ganó el menos valiente, pero el más experimentado. Alfredo Pérez Rubalcaba es el nuevo secretario general del Partido Socialista Obrero Español.
Carme Chacón, 41 años de edad, pierde por 22 votos, y los reclamos a los actuales líderes de la unidad europea se atenúan, matizan y pierden fuerza. La catalana fue más clara y directamente censuró la política de recortes sin crecimiento auspiciada por Angela Merkel porque “no podemos seguir aguantando sus órdenes” y propuso acabar con las viejas estructuras establecidas en el continente.
Sí, triunfa la ortodoxia que exige prudencia, habilidad, aunque sin salirse de las reglas del juego establecidas por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que no fueron muy acertadas.
Una sola coincidencia
Chacón fue más vehemente, quizá un poco atropellada, un tanto inexperta, pero mucho más partidaria de poner a España en el lugar que le corresponde en Europa.
Sin modificar los cánones por los que se rige el Eurogrupo nunca saldremos del bache. Ella sostiene que la economía de la Unión Europea es injusta, privilegia a unos cuantos y mantiene engrilletados a los países periféricos.
Rubalcaba será mejor aceptado por Van Rompuy y Durao Barroso, aunque no creo que le pidan muchos consejos ni escuchen sus planteamientos porque mantiene la línea de “austeridad”, condición impuesta por los especuladores, las Bolsas y los organismos internacionales que sostienen el neoliberalismo en la zona.
Desde luego, Pérez Rubalcaba —que fue vicepresidente, ministro del Interior y portavoz del Partido Socialista Obrero Español en el pasado gobierno— demostró su capacidad de trabajo, y su principal logro, importantísimo, fue conseguir que ETA anunciara que dejaba las armas y que no volvería a matar.
Se apartó de lo prometido a sus votantes como el aumentar impuestos a los grandes capitales y proponer tasas para las transacciones financieras.
El tintero se le quedó vacío. El bolígrafo agotó su carga.
Chacón y Pérez Rubalcaba coincidieron en una sola cosa: revisar el concordato con la Iglesia católica que recibe más de 10 mil millones de euros del Estado y avergüenza al mundo democrático, ensoberbece a la conferencia episcopal y choca contra los cinco y medio de parados [desempleados] que hay en el país.
Para el Partido Popular, Pérez Rubalcaba es el más previsible. Lidió con él. Sabe de su colmillo político y conoce su estilo dialogante. Espera una oposición más manejable. Tampoco cree que sea el portavoz del radicalismo ideológico.
Confundió Rubalcaba la tolerancia y la llevó a extremos de permitir que Mariano Rajoy y compañía insultaran soezmente a su gobierno.
Blando es un adjetivo que puede calificarlo. Maduro, dicen otros; aguantador y fiel —¿a quién?—, expresan sus partidarios; débil y social tradicionalista y ya en su primera entrevista de prensa enseñó que es autoritario sin contar con la autoridad que necesita.
Beneplácito de la derecha
La ex ministra de la Vivienda y Defensa conmovió e inyectó adrenalina en el 38 congreso. Despertó ilusiones y frescura; se comprometió más con los necesitados y propuso una auténtica renovación inmediata del socialismo español.
Por eso, el gobierno conservador actual rezó a favor de don Alfredo, los bancos, también; los obispos lo tragan y lo aceptan como un mal menor, pero se congratulan del resultado porque no serán tan cuestionados y habrá menos críticas a sus intromisiones en la vida política.
El nuevo líder del Partido Socialista Obrero Español digiere todo, trabaja como un “stajanovista” —lo dijo al tomar posesión de su cargo— y su honradez no está en duda. Es un hombre íntegro, pero con demasiados kilómetros recorridos, con mucha carga encima. Tiene sobre sus espaldas el peso del legado de Felipe González, de Felipe el malo de los últimos tiempos, y la carga de haber pertenecido a una institución que sufrió la peor derrota de su historia en los últimos 36 años de democracia.
La incógnita es Chacón. ¿Se parapetará? Creo que tiene mucho por aprender para consolidar su prestigio; es posible que su discurso haya sido adrenalínico menos profundo, pero más entusiasta y una de sus virtudes es la de tener una amplia visión europeísta.
Llego a la conclusión de que ni derecha ni izquierda tienen ya un significado real. Se casan entre sí. Sus jefes son monigotes manejados por el becerro, sea de oro o de hierro corrugado; se ponen de acuerdo, difieren y, después de insultarse en plena Cámara, se van juntos de juerga.
Da pena, coraje.
Los asegures de la jerga popular ocupan barrera de primera fila en la fiesta taurina de la política. Se pelean por ser más o menos contundentes; transforman sus principios por resultados superficiales que les permiten sobrevivir dentro del establishment. Difícil es inclinarse por alguno de ellos. Matizar es transigir y transigir resulta desagradable e insensato.
Los socialistas concluyeron, por ese escaso margen, que Carme era temperamental, un poco demagógica, portadora de un mensaje populista e inmadura. Se olvidan que tiene tiempo para reponerse y volver a ser protagonista dentro de tres años si el aparato oficial del Partido Socialista Obrero Español lo permite.
Mientras tanto, el 80% de los compromisarios respaldan el nombramiento del ex vicepresidente. Hubo una abstención del 19%, lo que aviva el fuego de la división interna.
El equipo del flamante nuevo líder neosocialista está formado por el grupo duro que se la jugó con él. A la gente de Chacón la relegaron. Pérez Rubalcaba mantuvo en el Consejo del partido al impresentable Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ex presidente de Extremadura, quien, una vez más, demostró su falta de caballerosidad. Con desprecio, dijo que Carme “es Zapatero con faldas”.
En vista de lo ocurrido, el nuevo líder privilegió la “unidad” por encima del cambio y la reconsideración de su actual modelo político. Repitió la palabra hasta el cansancio. Los suyos siguen haciéndolo. Pero da armas a los conservadores porque cuanto más lo digan demostrará que no la hay y que, por tanto, no representa un peligro inmediato.
La prensa europea coincide en que Pérez Rubalcaba es un buen mediador. Y eso no es bueno para el socialismo. Para las multinacionales significa que puede ser manejable y que no interpelará más allá de lo conveniente.
Evasivo, inmensamente evasivo, don Alfredo es muy institucional. Tanto es así que en su primera conferencia de prensa tuvo la habilidad de contestar a las preguntas de forma resbaladiza; es un iconoclasta, sometido a las reglas de una democracia que antes de madurar está quebrada y camina con titubeos, a veces ciega, por el camino impropio.
El nuevo jefe del socialismo español está cansado, pero también irritado. Lo demuestra y esto no ayuda. Parece ser el dueño del Partido Socialista Obrero Español, no su líder. Confunde firmeza con pragmatismo ideológico y tendrá que recapacitar si desea el respaldo de los cuatro millones de simpatizantes que perdió su partido.
Ultra sin tapujos
Todo indica que la socialdemocracia española es un ente sin definir, como le ocurre a todos los partidos de esa tendencia en Europa.
Los politicastros actuales, aquí y allá, no cambian más que de automóvil y de casa para habitar enormes chalets en las playas de Marbella.
La presencia dejada por Olof Palme y Willy Brandt se ha convertido en una sombra que puede afectar, o más bien afectará, a quienes no han sabido responder con solidez a las reivindicaciones de las clases trabajadoras.
Se lo dice alguien que no es sospechoso de abrir caminos a la derecha, mucho menos a la derecha española que es ultra, sin tapujos.