España, en crisis; y el Rey, de cacería en Africa

 

Regino Díaz Redondo

 

 

 

 

 

Dos personas se suicidan cada día

en Italia y Grecia por la crisis.

Uno, se ahorcó; el otro,

se pegó un tiro en el pecho.

 

Comisión Europea

 

 

                                                                             

Madrid.- La monarquía española encaja, asustada y sorprendida, la imparable pérdida de prestigio y seriedad.

El reciente y secreto safari de Juan Carlos a Botsuana para cazar elefantes, paquidermos protegidos por el ecosistema, se presta a enfado y burla. Demuestra cuán preocupado está el rey por la crisis económica y cómo sufre y trabaja codo con codo con sus compatriotas para vencerla. Es un ejemplar jefe de Estado en los momentos más críticos por los que pasa España.

El rey se trasladó al vecino continente para ver si matando a unos cuantos aminowanas terminaba con la subida de precios de la carne en la península. Loable labor, inteligente decisión y oportuna. Sobre todo, porque la tomó con el férreo convencimiento de reducir la penuria de sus conciudadanos.

Al salir del hospital en donde fue operado de la cadera, su majestad, con cara de circunstancias, condescendió con los españoles y, frente a las cámaras, dijo: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”.

¡Qué buen gesto de contrición, suficiente para dejar satisfecha de la gente! Compungido, dio por resuelto el reclamo de la sociedad y, apoyado en sus muletas, enfiló rumbo a la Zarzuela.

Dotes cinegéticas

No avisó a nadie, aunque el ministro del Interior expresó tres días después que él sí estaba enterado. Otro dato curioso en esta trama que oscila entre la ciencia ficción y lo insólito. Y una incongruencia más de los actuales funcionarios públicos.

(A la Casa Real no se le aplicará la ley de transparencia porque “no es una administración pública” ni tampoco se le cuestiona que el Rey haya sido invitado por un saudí que fue quien pagó el viaje y el precio de la caza. ¿También a la Corona se le permite recibir regalos sin la autorización del Congreso? Mientras, Juan Carlos sigue siendo motivo de mofa en el extranjero. Entre los muchos artículos y comentarios pondré sólo el siguiente: “El rey de la selva pide perdón”, cabecea el Frankfurt Allgemeine. ¡Estamos fritos!)

Demostró su excelencia grandes dotes cinegéticas que tanto cultiva desde hace décadas. También exhibió el compromiso que tiene para sacar adelante el país porque está disponible las 24 horas del día por lo que pueda ocurrir.

“En las noches no duermo pensando con preocupación en los millones de parados [desempleados] que tenemos”, manifestó el Rey dos semanas antes de irse a fotografiar junto al mastodonte muerto en aquel país africano. Seguramente, también estaría reforzándose para combatir a los agiotistas, a los capitales golondrinos y a los defraudadores.

Lucha el hombre por contrarrestar los ataques y burlas de otras naciones europeas. Pero eso lo puede hacer desde cualquier parte del planeta. Ya saben, teléfonos móviles, Internet, blogs, las conexiones con el servicio de inteligencia nacional están a la mano en todo momento. Enhorabuena.

Don Juan Carlos aprovechó el viaje para elaborar una estrategia más eficaz que defienda a los enemigos de la patria con rapidez y eficacia.

Todo un ejemplo de responsabilidad oficial y de sensibilidad. Fue, una vez más, el espejo en que se deben mirar los que defienden la Transición —panacea derechista— y juega al yoyo con la democracia, criatura incomprendida.

Durante el entrenamiento, escopeta al hombro, el Rey sufrió una caída que dio al traste con el anonimato de su viaje. Simultáneamente, ¡qué mala suerte!, su nieto Felipe Juan Froilán se dio un tiro en el pie con un arma igual, a miles de kilómetros de distancia de su abuelo.

En ese momento, se buscó al monarca por todos lados. No aparecía. El jovencito, inquieto, revoltosillo, dijo que “el abuelo se va a enfadar mucho cuando se entere”. Y del grandpá ni sus luces.

La reina, en tanto, pasaba unos días en Grecia, su lugar de nacimiento. El Palacio estaba desierto. Si acaso, la infanta Elena daba sus vueltas por allí.

De doña Cristina y su esposo Iñaki Urdangarin, ni sus sombras. Están en Washington a la espera de que el juez que lleva el caso de los presuntos abusos del navarro, determine su grado de culpabilidad.

Total, una familia real inigualable. El hijo del conde de Barcelona, Juan de Borbón, que abdicó en él, cobró otras piezas muy valiosas para su colección.

La gente, aquí, en la península, no entiende el sacrificio de don Juan Carlos. Cree que es insensible y ajeno; que insulta al pueblo con su actitud; que su protagonismo es insoportable, su juicio dudoso y que tampoco es de confiar.

¡Qué inmadurez de los españoles!

De ser el mejor embajador de España, el Rey pasó a recibir una reprimenda que nunca olvidará. Era, o es, el diplomático por antonomasia y el marino avezado, descendiente de los navegantes que llegaron a América. Intrépido, españolísimo, el Borbón es cuestionado como nunca. Los amigos que le quedan —que todavía son muchos— lo defienden. ¡Pobrecito, de vez en cuando tiene que distraerse, olvidar la carga que soporta como máxima autoridad del Estado. Además, fue clave para lograr la llegada de la democracia!

Convalecerá al menos dos meses. El príncipe Felipe asumió su representación en los actos a los que tenía que acudir su padre. Está tomando las riendas del Estado. Al abuelo se le ve enfermo, torpón, falto de reflejos, cansado y aburrido. Tropieza en política y tropieza físicamente.

O cumple o se va, pide el PSOE

El Rey ha sido operado ocho veces en los últimos años. Una de las peores, en 2009, de un tumor benigno en el pulmón. En las pocas imágenes que aparece, se rompe la nariz al chocar contra un mueble porque no controla sus movimientos; camina con lentitud; tiene 73 años y su rostro es el de una persona desorientada, sujetándose en quienes permanecen a su lado. Le ayudan a moverse. Pero eso sí, dejó la vela y el Mercedes último modelo que manejaba para deleite, asombro y admiración de damiselas y subordinados.

Es ahora un ser humano que “cumple con sus obligaciones o abdica”, dice Tomás Gómez, presidente del Partido Socialista Obrero Español de Madrid, el único que se atreve a censurarlo.

Los principales partidos del país se abstienen de hacer comentarios porque prometieron no entrometerse en las actividades privadas de la Corona. ¡Viva la Pepa! Ellos creen que pronto se olvidará todo, pero se equivocan.

El fin del camino está cerca. Quizá no tanto como muchos quisieran; las luces de la renovación brillan cada vez más. La globalización, creada por una derecha irreflexiva y acomodaticia, se desinfla. El neosocialismo inmovilista hace agua. Las ideologías son entelequias; toca el turno al cambio de estructuras sociales.

La verdadera izquierda, todavía inmadura, progresa y duplica sus representantes en el Congreso.

Y por primera vez —¡válgame Dios!— se habla de la Tercera República sin añoranzas inalcanzables. El grito sale de la garganta de la gente. No llegará pronto, quizá tarde más de lo debido, pero ya se menciona como una futura realidad.

El Rey abrió el portón para que lleguen las transformaciones necesarias, impensables hasta ahora.

La realeza se desliza por una resbaladilla incómoda y anacrónica, aunque todavía hay muchos cotos de caza en España, exclusivos, disfrazados de haciendas.

Los señoritos se despachan con la cuchara grande. Nadie niega que sean intuitivos, huelen el peligro a distancia y han empezado a encabezar reivindicaciones populares, aunque de mal humor.

La herida moral y social, infringida por la monarquía, no se curará. Podrá hibernar un tiempo para reponerse; hacerse más agradable y fingir interés para resolver los problemas del país. Pero fracasará porque llega un aire fresco imprescindible que disolverá el absolutismo, invadido por una enfermedad terminal.

La crisis financiera propicia la democracia real. Aquélla es el fermento del cambio que se acelera. Calculemos los tiempos. No hay que apresurarse; los radicalismos van camino del cementerio, serán enterrados o quemados. Renace una libertad auténtica y esperamos que no surja por ahí otro alucinado cíclico que convenza a las masas para mantener los dogmas y axiomas que limiten los campos de acción necesarios para el desarrollo.

El retroceso es imposible, el avance, una conquista natural.