Presidente de la Generalitat, demanda la independencia de Cataluña


Sigue habiendo mucho

nacionalismo excluyente

Felipe González Márquez

 

 

Regino Díaz Redondo

Madrid.- Con el otoño, llega la pasión de los que alientan el separatismo. Con fines políticos mueven a discreción los sentimientos de la gente. Manipulan a ciudadanos orgullosos de ser catalanes y de su cultura y los inducen a enfrentar a la España que los quiere y admira.

El liderazgo histórico no se consigue con artimañas y mucho menos en estos momentos críticos de la historia peninsular.

¿De cuando acá Jordi Pujol, “el español por excelencia” desde hace dos décadas, es ahora el abandero de la secesión.

Pero no, espere, resulta que tan distinguido expresidente acaba de demostrar una vez más su ambivalencia. Dijo que “la independencia es casi imposible”. Pero la apoya y respalda en todas partes.

Ganancia de pescador en río revuelto

¿Qué le pasa a Artur Mas, presidente de la Generalitat, que estuvo en la sombra y quiere ser el redentor de su pueblo?

Es tan contradictorio que se le ven las trenzas a la pelona.

Tras su reunión con Mariano Rajoy, Mas dio una conferencia de prensa “en su embajada” — no en La Moncloa— y en español. Dijo que “no estoy loco”, pero que no puede “estrellarse otra vez contra la misma pared”, que es la Constitución.

Se refirió al pacto fiscal que pidió para el rescate económico de la comunidad y, mientras tanto, viene de aprobarse una inyección de 5 mil  millones de euros para su tesoro.

Sin embargo, no es suficiente, tiene deudas multimillonarias aunque asegura, ufano, que “no es cuestión de dinero”. ¿Entonces de qué trató la reunión?

Sabe y supo, antes de charlar con el presidente del Gobierno, que las arcas públicas están vacías, que éste debe pedir a la Unión Europea dinero para salir a flote, que las finanzas hacen agua y que los niveles de vida siguen en picada.

Precioso momento para reivindicar el independentismo.

¿Provecho político a costa de exacerbar el noble espíritu de sus compatriotas?

Todavía más, señor Mas. Ganancia de pescador en río revuelto. A la gente exprimida, sin trabajo, desesperanzada, la manipulea con demagogia singular, usted, personaje de novela picaresca.

Don Artur prevarica, estira una mano al gobierno de Madrid —que es el de todas las comunidades— y con la otra esgrime la espada del espadachín acomodaticio.

Señor, las grandes cosas las hacen los grandes hombres y usted no tiene estatura suficiente.

Lo alientan el hijo Oriol (Pujol), Ezquerra Republicana per Catalunya y Durán i Lleida, oculto tras un bastidor democrático.

Las víctimas son y serán los cientos de miles de compatriotas que viven ilusionados. Soberanía dentro de lo que promulga la Carta Magna que nos rige, sí. Autonomía en el desempeño territorial, también. Pero no secesión.

La justa independencia nace y cristaliza en Latinoamérica. Allí fue posible porque era legítima, honorable y digna. Necesaria y útil. No hacerlo hubiese sido degradante. Pero, siglos después, con Europa desaliñada, el separatismo produce náuseas y puede originar hechos violentos.

Recapacitar

Se respira turbulencia en el ambiente. Estamos hipersensibles y mucho más cuando de nacionalismos radicales se trata. Los catalanes son los hermanos admirados y de los grandes soportes españoles. Estamos satisfechos de su creatividad y eficacia. Pero Iberia desprecia a los que rascan en los rincones para ver si se sacan la lotería.

Está por llegar, ya lo percibimos, un enfrentamiento reprobable. Será cruel y puede derramarse sangre.

Cita Mas, en estos días lo hace o lo hizo, a elecciones anticipadas, agita la ya permanente convulsión interna. Siembra inquietud y ojalá no paguen justos por pecadores.

¿Quiere ser un héroe? Váyase, presidente, al Oriente Próximo. Verá que la muerte ronda ávida de entrar a Europa y España es la puerta para conseguirlo. Abrírsela sería insensato y delictivo. No lo haga, líder con ínfulas de sultán.

Recapacite, aunque todo indica que ya no es tiempo. “Seguiremos nuestro camino”, dice, ¿cuál es su camino, porque usted no lo construye ni lo trazó… es una brecha intransitable?

Hace usted imposible la cohabitación, calme sus ímpetus y no cambia la paz por una guerra inútil. Batalle con el pensamiento como lo hicieron sus antecesores V. Almiral (1841-1904) y F. Pi y Margall (1824–1901).

No sea ventajoso. Sus agentes corean en el Congreso de los Diputados español “Adeu Espanya”, con toda la euforia que les permite la democracia en que vivimos. Allí desahogan sus fobias e insultan; hacen bien porque se les permite aunque se les haya retirado el padrinazgo.

Entienda que la cosa pública —el menos malo de los sistemas políticos— tiene memoria no histórica porque se la quitó el ministro Wert y que la escriben vencidos y vencedores, según toque.

No lo hará usted, pero podría contratar un negro para ello como lo hacen los jefes de Estado. Ni siquiera estos amanuenses sacarán algo de su impresentable radicalismo.

No induzca a un pleito sin razón porque saldrá herido aunque lo aplaudan efímeramente. Después, vendrá el tío Paco con la rebaja y su imagen se echará a un lado.

No a los ismos

Espera, piense —si no es mucho pedirle— y razone, si no está loco como dice, sintonice la reconciliación con la soberanía. Me temo que ya es imposible y creo que esta vez no me equivoco.

Intente demostrar que los descendientes de la España cervantina, de Luis Companys, de Juan Merced de Dalí y Gaudí, estamos en el error.

Y que el soberano Sancho vive gracias al vasallo que cambió su devenir con la frase “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor…”

Olvídese de los ismos y los istas, reencuéntrese con los representantes catalanes de la literatura y de la ciencia; asista a las tertulias de los hispano-catalanes y de los catalanes-hispanos. Siga en nuestra historia, que no está mal. Disfrute a los suyos que son los nuestros. Sea hombre de bien y no mal hombre.

Va usted derechito a acabar y consumir…