América, América/II-III

Guillermo García Oropeza

Decíamos que Gore Vidal, recientemente fallecido, era aparte de literato, hombre de cine y televisión, un hombre enamorado de la historia y política de los Estados Unidos que lo llevaron a escribir ensayos y novelas históricas donde va construyendo una visión herética y fascinante de su país que nosotros los mexicanos deberíamos tomar muy en cuenta.

Vidal es, junto con Noam Chomsky, uno de los grandes espíritus disidentes y críticos del mundo intelectual americano, ese mundo tan controlado por los grandes intereses mediáticos y académicos donde, aunque no lo creamos, hay muy, pero muy pocos espíritus herejes capaces de criticar a fondo el American Dream.

Vidal, en sus libros, se atreve a poner en duda la virtud sacrosanta de los grandes héroes como a San Abraham Lincoln, a quien responsabiliza de hacer una guerra sangrienta para hacer un Estado centralizado acabando con las autonomías regionales que eran la base de la primigenia republica federal, y así arrasó el sur  a sangre y fuego para lograr la hegemonía del poder de Washington, con el hipócrita pretexto de acabar con una esclavitud que a medias sobrevivió hasta la lucha de Martin Luther King.

Vidal también apunta el nacimiento del imperialismo americano aunque él lo sitúa en tiempos de Theodore Roosevelt que con el pretexto hipócrita de “liberar” Cuba le arrebata a España sus últimas posesiones. En esto Vidal se olvida de México y Texas y de Sam Houston y Santa Anna… pero no del sangriento imperialismo americano en Centroamérica, especialmente en la mártir Guatemala.

Pero Vidal va más allá y acusa al gran héroe de los demócratas (y pluma de vomitar de los republicanos) que fue Franklin Delano Roosevelt, salvador del capitalismo en la gran crisis y que fue provocando a los japoneses para que le hicieran la guerra a Norteamérica en un ataque, el de Pearl Harbor, que le vino de perlas a Roosevelt, porque le dio la justificación para ayudar a la Inglaterra de Churchill en su guerra contra Hitler, esa Inglaterra que de ser el gran imperio terminó la pobre en ser una base militar americana y partícipe en todas las aventuras yanquis, aunque sede todavía de un monstruo bancario  en la City londinense.

Vidal afirma pues aquello de que el Business of America is Business y sobre todo el mejor business de todos que es la guerra, la alianza temible denunciada por el honesto Eisenhower de la industria y de los militares. Los yanquis ponen las bombas y los vietnamitas, panameños, iraquíes, libios ponen los muertos. Un buen business.

Más aún, Vidal se atreve a poner en duda la sacrosanta democracia norteamericana dominada por los medios monopólicos, por las universidades ligadas a los grandes negocios y donde cunde el abstencionismo real de millones de ciudadanos víctimas de la manipulación más perversa.

Así nos vamos adentrando en esa otra América en los libros de ensayos o en novelas como Lincoln, Burr, Washington que nos hablan de un imperio en decadencia, quebrado y deudor. Algo que a Vidal le recuerda esa Roma que lo fascinó, la de Calígula, del cual Gore escribió el guión de una película obscena y aterradora.