Joaquín Pérez Sánchez
El desgaste político de las cumbres iberoamericanas ya era evidente, pero esta última, celebrada en la ciudad de Cádiz, en España, mostró con claridad que el nuevo escenario económico que se dibuja está muy lejos de las viejas prácticas impositivas, ahora España ruega a sus antiguas colonias, pero sus formas lucen rancias y decadentes.
El pasado 16 y 17 de noviembre se llevó a cabo la 22 Cumbre Iberoamericana, en la ciudad española de Cádiz, donde el gobierno de ese país intentó renovar o más bien resucitar los viejos “vínculos” con sus “socios” latinoamericanos, para encontrar apoyo a la “búsqueda” de soluciones a la actual crisis que vive su país. En pocas palabras, España quiere que los capitales latinoamericanos inviertan en su país y que los gobiernos de las antiguas colonias ofrezcan las “garantías jurídicas” necesarias para que las empresas españolas sigan funcionando en el continente americano.
Sin embargo, la Declaración Final sólo alcanzó tenues compromisos de buena voluntad para fomentar la inversión, sobre todo de las pequeñas y las medianas empresas.
No obstante, en el terreno político, la reunión sí sirvió para manifestar con claridad dos visiones distintas sobre las políticas económicas que deben implementarse, sin que ello signifique que existe homogeneidad, de hecho América Latina contiene esas dos visiones.
De forma esquemática se podría decir que España expuso su posición neoliberal, basada en las duras políticas de austeridad impuestas por los organismos financieros internacionales que han provocado recesión, recortes y desempleo. Estas políticas, son compartidas por algunos gobiernos latinoamericanos, pero no por los que se han alejado del neoliberalismo a ultranza como Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Venezuela y Cuba, entre otros.
Por ello, los presidentes de Brasil, Dilma Rousseff y Rafael Correa de Ecuador, fueron las voces más críticas de la política económica europea y pusieron los puntos sobre las íes sobre las medidas que se siguen tomando en países como el español.
En este contexto, la 22 Cumbre Iberoamericana sirvió para mostrar el desgaste político de España y lo inútil que resultan estos viejos formatos diplomáticos. Europa y España están en crisis, de hecho, durante el cónclave se informó que la Comunidad Europea entraba nuevamente en recesión. Pretender que los gobiernos latinoamericanos regresen a las viejas recetas neoliberales es un error, más bien España debería de escuchar la voz de la experiencia latinoamericana que ya pasó por esas políticas destructivas.