Joaquín Pérez Sánchez
Europa se revuelve y en medio de la peor crisis tras la Segunda Guerra Mundial, no encuentra la salida. Las elecciones italianas que dejaron a este país en la ingobernabilidad, empiezan a convertirse en el espejo en el que otras naciones europeas temen reflejarse. Italia es en estos momentos, un gran laboratorio en el que los partidos políticos son los perdedores.
Italia celebró elecciones parlamentarias el 24 y 25 de febrero pasados, las cuales arrojaron como ganador la coalición de centroizquierda de Pierluigi Bersani, Partido Democrático (PD), que alcanzó la mayoría en el Congreso con 340 escaños; en segundo lugar la coalición de centroderecha de Silvio Berlusconi, con 124 lugares en el parlamento. El tercer sitio y el verdadero ganador de los comicios fue el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) que encabeza el cómico Beppe Grillo, que obtuvo 109 diputados y 54 senadores, además de ser la fuerza más votada por los italianos con más de ocho millones y medio de votantes.
Italia quedó dividida y paralizada entre tres fuerzas que en realidad reflejan dos. Una en la que se encuentra la clase política tradicional, con los partidos de izquierda, de centro y de derecha, por donde ha transitado Italia durante las últimas décadas y que en realidad casi siempre ha representado al poder económico y financiero de ese país. La otra, es una fuerza emergente, aparentemente sin ideología que aglutina a miles de personas hartas de los partidos y sus dirigentes, que apuestan por el “sentido común” y la democracia, la transparencia, la revolución ciudadana.
Ante el resultado de las elecciones y el avance sistemático del M5S, las alarmas han cundido, no sólo en Italia, sino se esparcen por Europa y amenazan con demoler a la clase política y su Comunidad Europea. En realidad este movimiento no es nuevo y no sólo lo ha vivido Italia, Grecia, España, Portugal, entre otros países europeos tienen ya varios antecedentes, pero es hasta ahora que se concreta que un movimiento de estas características empieza a tomar el poder.
Desde la cúpula del poder político y económico y con los medios de comunicación como instrumento se ha tratado de descalificar el movimiento, caracterizándolo como “antipolítico” (antisistema) y a Grillo, un día se le acusa de fascista y otro de comunista, pasando por populista y payaso. Todo ha sido en vano y refleja el descrédito en la política y en los medios tradicionales. De hecho el M5S ganó haciendo campaña plaza por plaza y utilizando las redes sociales. Ahora Italia es prácticamente ingobernable y muy probablemente tendrá que haber nuevas elecciones o los políticos tradicionales se quitarán la careta y pactarán como siempre para formar un débil gobierno que, ante el actual panorama, seguramente fracasaría.
Otro escenario es inédito y es el que está construyendo el M5S con sus flamantes nuevos diputados y senadores, donde conviven hombres y mujeres, estudiantes, trabajadores y empresarios, amas de casa, investigadores, desempleados que en promedio tienen 39 años de edad y que han firmado un contrato (público) que transparenta su ejercicio.
Italia es un laboratorio y, para bien o para mal, está viviendo un cambio que trastocará su entorno y pronto cundirá por toda Europa.