Según análisis del FMI
Magdalena Galindo
Con la frialdad que le es propia y la apariencia de tecnicismo puro con que reviste todos sus juicios y recomendaciones, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dedicó un reportaje titulado El regreso a la recuperación de México en las importaciones de Estados Unidos. Como todo el mundo sabe, durante los últimos años México fue desbancado del primer lugar en el total de las importaciones realizadas por el país del norte, y su lugar fue ocupado por China, que le sacó una gran ventaja, pues mientras los productos mexicanos pasaron, entre 1994 y 2000, de representar el 6 por ciento a alcanzar el 10 por ciento de las importaciones estadounidenses, China, a partir de su ingreso, en 2001, a la Organización Mundial del Comercio, entró con tal fuerza al mercado estadounidense que en 2009 ya acaparaba el 29 por ciento de las compras de Estados Unidos al exterior.
A partir de 2010, sin embargo, nuestro país ha aumentado su participación y hoy se queda con un 14.4 por ciento de ese mercado, mientras China ha disminuido su porcentaje. Aunque China sigue siendo el primer exportador a Estados Unidos, sí puede hablarse de un quiebre en la tendencia, que es lo que el FMI califica como el regreso de México al mercado del norte. Esto que, en principio, sería una buena noticia ya no lo parece tanto, al leer que el FMI señala como principal y prácticamente única causa de esta tendencia favorable, la baratura de la fuerza de trabajo mexicana.
El FMI advierte que el avance de México a costa de China ha sido en los sectores en que el trabajo “desempeña un papel más importante que el capital” como por ejemplo en la de muebles y accesorios de plomería, calefacción e iluminación.
Asimismo, destaca que en éstas, como en otras ramas, la fuerza de trabajo mexicana se ha abaratado en comparación con China, porque mientras en este país los salarios han aumentado un 20 por ciento anual, los de los mexicanos han permanecido estancados, de modo que, mientras en 2003 los salarios promedio en México eran 600 por ciento más altos que en China, hoy apenas los superan en 40 por ciento.
Estos datos prueban, en primer lugar, que el único factor con el que ha competido México en el mercado internacional, desde que la economía mexicana se orientó hacia las exportaciones, dejando de lado el mercado interno, es la baratura de la fuerza de trabajo. Y la tal baratura quiere decir, en términos sencillos, salarios de hambre para los trabajadores mexicanos.
Además, a lo que también alude, aunque no aborda explícitamente el FMI, es que el espectacular crecimiento de las exportaciones mexicanas, en las que el principal rubro es de manufacturas, no está protagonizado por empresas mexicanas, sino por las transnacionales extranjeras que, ya sea a través de maquiladoras o de las plantas más tradicionales, acaparan el grueso (más del 80 por ciento) de las exportaciones que aparecen en las cuentas nacionales como mexicanas.
Lo que ha ocurrido es que las corporaciones foráneas utilizan el país como plataforma de exportación, para aprovechar precisamente lo barato de la mano de obra mexicana. Dicho en otras palabras, lo único que exporta México es fuerza de trabajo, ya sea de manera física, con los trabajadores migrantes, o incorporada en mercancías cuyos insumos, aparte de la mano de obra, se traen del exterior, y que regresan al mercado internacional como mercancías terminadas, una vez que se ha incorporado el valor aportado por la fuerza de trabajo.
Resulta, pues, lamentable que, como el propio FMI reconoce, los avances en el mercado internacional se sustenten, única y exclusivamente en los míseros salarios de los trabajadores mexicanos.