Siempre! 3142
Revista Siempre! 3142
Revista Siempre! 3142
Hay quienes atribuyen el conflicto político que hoy se vive en las calles de la capital del país a un error de logística: a que Enrique Peña Nieto ha enviado demasiadas reformas al Congreso de una sola vez y que algunas de ellas, como la energética, no han sido explicadas de manera suficiente.
La reforma energética del presidente de la república ha provocado no sólo un debate constitucional sino un quiebre en la interpretación de la historia.
Es cierto. La consulta popular para preguntar a la ciudadanía si está de acuerdo o no con la privatización es, por decir lo menos, una vacilada. Un engaño a la población y un recurso demagógico para legitimar una postura partidista previamente tomada.
La salud de un mandatario es y será siempre un asunto de Estado. Sin embargo, la operación a la que fue sometido el presidente de la república, Enrique Peña Nieto, dejó ver las contradicciones, paradojas y oportunismos por las que transitan la clase política, los medios de comunicación y las llamadas organizaciones no gubernamentales dedicadas, aseguran, a defender la democracia, la transparencia y el derecho a la información.
El sábado pasado, Marcelo Ebrard, el exjefe de Gobierno del Distrito Federal, presentó ante el público mexicano el segundo acto de una obra de teatro titulada Movimiento Progresista.
Que el 60 aniversario de la revista Siempre! sirva, cuando menos, para abrir un espacio a temas más cercanos al idealismo humano.
El PAN y el PRD siempre han presumido de ser los constructores de la democracia mexicana, y se han esmerado —con enfermiza obsesión— por dar al PRI la exclusividad del fraude y el autoritarismo.
Lo peor que le ha sucedido al Pacto por México es haber nacido cuando el PAN está deshecho y sus líderes han caído en una crisis emocional que raya en la locura.
Cada año, desde hace 60, en cada número de aniversario, aparece en las primeras páginas de la revista Siempre! una plana con las fotografías de sus fundadores.
Ernesto Cordero, Gustavo Madero y Felipe Calderón pasarán a los anales del PAN como sus más leales y pertinaces sepultureros.
Se ha desatado entre los políticos mexicanos el síndrome de la levitación. Una serie de funcionarios públicos, empezando por la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes, decidió entregar a Jesucristo las llaves de la ciudad que gobierna.
Henry Kissinger acaba de cumplir 90 años. Sería interesante que el gobierno mexicano se acercara a uno de los políticos que más conocen las entrañas políticas del Dragón antes de que fallezca. No sólo para preguntarle hacia dónde va ese país sino cómo y a través de qué métodos pretende convertirse en una primera potencia económica.
Hagamos una apuesta: mientras las redes sociales —movidas desde los partidos de oposición— alcanzaron niveles de paroxismo al masacrar mediáticamente a la hija del extitular de la Profeco, el caso de la senadora perredista Luz María Beristáin desaparecerá pronto de los titulares.
La guerra entre Ernesto Cordero y Gustavo Madero lleva la marca de su autor: Felipe Calderón.
El expresidente Felipe Calderón maneja desde Harvard los hilos de los alfiles que dejó en el Senado de la República para protegerse.
Jesús Silva Herzog, exsecretario de Hacienda, dice en alguno de sus escritos: “En la actualidad, alrededor del 85% de los recursos bancarios se encuentran en poder de extranjeros, lo que contribuye a uno de los más serios errores históricos.
José Narro Robles, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, supo hacer funcionar todos los resortes de la política para que la Torre de Rectoría fuera liberada sin violencia y sin la intervención de la fuerza pública.
¿Quién le pidió a Manuel Camacho Solís que renunciara, en 1994, por haber contribuido a enrarecer el ambiente político antes del asesinato de Luis Donaldo Colosio?
A cuatro meses de haber dejado el cargo como procuradora general de la república, Marisela Morales —con sobrepeso y la misma gruesa capa de maquillaje que esconde sus verdaderas facciones— se pasea en los centros comerciales desconfiada, insegura y en compañía de un guardia.