Gustavo Madero ya no existe
Lo peor que le ha sucedido al Pacto por México es haber nacido cuando el PAN está deshecho y sus líderes han caído en una crisis emocional que raya en la locura.
Lo peor que le ha sucedido al Pacto por México es haber nacido cuando el PAN está deshecho y sus líderes han caído en una crisis emocional que raya en la locura.
Cada año, desde hace 60, en cada número de aniversario, aparece en las primeras páginas de la revista Siempre! una plana con las fotografías de sus fundadores.
Ernesto Cordero, Gustavo Madero y Felipe Calderón pasarán a los anales del PAN como sus más leales y pertinaces sepultureros.
Se ha desatado entre los políticos mexicanos el síndrome de la levitación. Una serie de funcionarios públicos, empezando por la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes, decidió entregar a Jesucristo las llaves de la ciudad que gobierna.
Henry Kissinger acaba de cumplir 90 años. Sería interesante que el gobierno mexicano se acercara a uno de los políticos que más conocen las entrañas políticas del Dragón antes de que fallezca. No sólo para preguntarle hacia dónde va ese país sino cómo y a través de qué métodos pretende convertirse en una primera potencia económica.
Hagamos una apuesta: mientras las redes sociales —movidas desde los partidos de oposición— alcanzaron niveles de paroxismo al masacrar mediáticamente a la hija del extitular de la Profeco, el caso de la senadora perredista Luz María Beristáin desaparecerá pronto de los titulares.
La guerra entre Ernesto Cordero y Gustavo Madero lleva la marca de su autor: Felipe Calderón.
El expresidente Felipe Calderón maneja desde Harvard los hilos de los alfiles que dejó en el Senado de la República para protegerse.
Jesús Silva Herzog, exsecretario de Hacienda, dice en alguno de sus escritos: “En la actualidad, alrededor del 85% de los recursos bancarios se encuentran en poder de extranjeros, lo que contribuye a uno de los más serios errores históricos.
José Narro Robles, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, supo hacer funcionar todos los resortes de la política para que la Torre de Rectoría fuera liberada sin violencia y sin la intervención de la fuerza pública.
¿Quién le pidió a Manuel Camacho Solís que renunciara, en 1994, por haber contribuido a enrarecer el ambiente político antes del asesinato de Luis Donaldo Colosio?
A cuatro meses de haber dejado el cargo como procuradora general de la república, Marisela Morales —con sobrepeso y la misma gruesa capa de maquillaje que esconde sus verdaderas facciones— se pasea en los centros comerciales desconfiada, insegura y en compañía de un guardia.
Era usual recomendar a los presidentes evitar tomar decisiones que pudieran despertar al México bronco.
La aprobación de la contrarreforma educativa presentada por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en el Congreso de Guerrero hubiera dado pie a iniciar la disolución de la república, la anarquía constitucional y dejado sin control político y jurídico al gobierno federal.
La Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal publicó en la Gaceta Oficial la nueva reglamentación para contener lo que el protocolo divide ahora en manifestaciones, concentraciones y mítines.
La democratización de las telecomunicaciones del país pasa, sin duda, por poner punto final a la altísima concentración de la televisión abierta que existe en el país.
La elección de Jorge Mario Bergoglio, como sucesor de Joseph Ratzinger en el Vaticano, tiene un sinfín de lecturas y responde, sin duda, a los tiempos de un mundo inédito.
No se trata de repetir la tontería que se atrevió a decir un comentarista improvisado de la televisión: “Qué bueno que se murió Chávez, porque así va a regresar el capitalismo a Venezuela”.
También se equivocó Joaquín Hernández Galicia cuando creyó ser dueño de Pemex. Y se equivocó Elba Esther Gordillo al creer que el gobierno y el Estado mexicanos estaban a su servicio.
Parecería un contrasentido, pero no lo es. El diputado Manlio Fabio Beltrones y el gobernador Ángel Aguirre tienen razón. ¿Los dos? Sí, los dos. No, obviamente, en la guerra verbal y muy personal en la que se enfrascaron recientemente, sino en las declaraciones que hicieron con respecto a la llamada policía comunitaria.