Regreso con gloria
Michelle Bachelet, el 15 de diciembre, después de conocer los resultados electorales que la llevaron al triunfo presidencial en la segunda vuelta.
Michelle Bachelet, el 15 de diciembre, después de conocer los resultados electorales que la llevaron al triunfo presidencial en la segunda vuelta.
Nelson Mandela hizo realidad su sueño. Ahora toca a las nuevas generaciones mantener este ideal.
Ya no cuenta con impunidad parlamentaria, y conoce el miedo de que el día menos esperado la justicia le toque a la puerta.
Durante 27 años, Mandela fue el prisionero político más conocido del mundo. Su nombre fue el principal lema en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, y cuando fue liberado, el 11 de febrero de 1990, el evento fue transmitido por todos los medios de comunicación de la Tierra. Tres años más tarde, recibió el Premio Nobel de la Paz, junto con F.W de Klerk, con quien estableció las bases para imponer la democracia y la igualdad racial en su patria.
Histórico acuerdo con el Irán de los ayatolas que prometieron congelar su programa nuclear durante medio año.
Por cuestiones del destino, como en tiempos mitológicos, los antiguos dioses han enfrentado a estos dos mujeres.
La historia, dicen algunos, no se repite. Es posible, pero aunque no en su totalidad, hay características de otros tiempos, no tan lejanos, que retornan a las primeras páginas de los medios de comunicación y echan por tierra la monserga de que “todo tiempo pasado fue mejor”.
Como suele suceder en la novísima terminología usual de los medios de comunicación —impresos y orales—, el cine de Estados Unidos ha servido, una vez más, para que una enfermedad moderna: el síndrome (o trastorno) de estrés postraumático circulara libremente como si todo el mundo fuera psiquiatra o médico especialista en desórdenes mentales propios de los veteranos de guerra que tomaron parte en los últimos conflictos bélicos del Tío Sam en Afganistán, Pakistán, Irak o donde mejor le plazca.
Como una canción popular, en todo el mundo está de moda el verbo espiar, en el idioma que usted prefiera. Y, como desconcertado director de orquesta, de las 16 agencias —“oficiales”, off the record— de espionaje de la Unión Americana
Priebke nunca pidió perdón por los asesinatos de las Fosas Ardeatinas porque “…era imposible negarse. Eran órdenes directas de Hitler…”
Desde el origen, la concesión de este galardón ha sido motivo de disputas. Aunque muchos quisieran recibirlo, su entrega casi siempre origina críticas.
La jerarquía, no acostumbrada a que el papa hable fuerte, más se asusta de que les hable claro y cristianamente.
El presidente Barack Obama se retira de la sala de prensa luego de hablar, el 30 de septiembre, acerca del diferendo de su gobierno y los republicanos respecto al presupuesto.
Acude a su tercer mandato sin competencia en sus filas, apoyada por la mayoría de sus conciudadanos.
Obama hará, al final de cuentas, su voluntad. No se descarta tampoco que para mostrar su autoridad —tan golpeada en los últimos días— decida algo inesperado.
El Medio Oriente está conmocionado por una espiral de inestabilidad cuyo término está muy lejos de alcanzarse. El mundo tiene puesta la atención en esa zona que parece no tener límite en el derramamiento de sangre. En los últimos días la situación ha empeorado por la posible intervención militar extranjera en Siria y la degradación del status en Egipto tras el golpe de Estado castrense.
Ningún presidente de Estados Unidos, por más exitoso que sea, sabe dónde podría toparse con su némesis.
Mientras el país se encamina a una probable guerra civil, algo funciona muy mal en la comunidad internacional que se permite el obsceno espectáculo.
Primera plana de The Washington Post, del 6 de agosto de 2103, con la noticia de la venta del diario a Jeffry Bezos, dueño de Amazon, en 250 millones de dólares.
Desde el viernes 2 por la noche, el presidente Barack Obama ordenó tomar “todas las medidas necesarias para proteger a los americanos”.