Escribió “¡viva Trotsky!” y lo encerraron en el Gulag

Una cosa fue visitar el Paraíso soviético, como lo hizo el Nobel André Gide y otra, muy distinta, la “beca” forzada que sufrió el comunista mexicano Evelio Vadillo Martínez en 1935. Gide escribió su Regreso de la URSS (1936) donde relató su decepción de haber encontrado al pueblo ruso sometido a un sanguinario dictador, Josef Stalin, peor que los zares. El ataque de sus correligionarios de Partido no se hicieron esperar.

Los locos años en Nueva York

Descubrí en la serie de televisión, Mad Men, un digno reflejo del estilo de vida estadounidense, tan vituperado y tan imitado. Me pareció bien planeada desde aquellos primeros capítulos, encontrados por casualidad en el Canal 11, a las once y media de la noche. Me imagino por qué no en uno más comercial y en un horario más idóneo. No la comprendieron o la rechazaron porque no es banal, tiene personajes adultos, que ejercen su sexualidad y su ambición personal (lo que no reconoce una clase media falaz) y en donde lo único trascendental es ganar dinero y tener éxito. In God We Trust.

Günter Grass; Hombre independiente y de valor intelectual

La muerte de Günter Grass, el 13 de abril pasado, escritor alemán que llamara la atención internacional en los años sesenta con su novela El tambor de hojalata (1959), me lleva a una reflexión que me viene con frecuencia. Grass ha sido un gran novelista pero también un personaje occidental que, de acuerdo con los estilos de la mitad del siglo XX, se preocupó por observar y criticar (analizar) el mundo político y social que le competía. Sin embargo, no hizo un entreguismo al dogmatismo (fanatismo) de izquierda, siendo identificado con esta tendencia, como lo hizo Jean-Paul Sartre, por ejemplo.

Las balas perdidas sí existen

La condición fortuita de los accidentes nos da una lección, que por sabida, no es menos terrible. La fragilidad de la existencia. Un caballo brioso, enorme, negro, reluciente bajo la luz del sol. Un espectáculo. Los asistentes a la comida campirana, en el rancho de una señora que le llamaban “Ale” y de apellido curioso, en Tepotzotlán, Estado de México, gritaron, silbaron, tomaron fotos. El caballo se puso nervioso. El grupo empezó a alejarse y yo me quedé a un lado de la cerca del corral. El animal estaba a unos veinte-treinta metros. Extrañamente, con lentitud dio la vuelta y caminó en reversa directo a mí. Me atemoricé, pero ignoraba qué iba a hacer. Sus dueños sí lo habrían sabido. Yo no sé nada de caballos. Pensé, éste va a expulsar un pedo o va a defecar en mis zapatos. Di un paso atrás y luego hacia un lado.

Crítica o incitación al odio

Una idea general a la que se podría llegar después de los asesinatos cometidos contra la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo, en fechas recientes, es que hay que salvar la “libertad de expresión”, evitar la censura, fortalecer el “derecho a la crítica” ante los ataques de los fanáticos y los terroristas, yo agregaría: y de la mediocridad o la autocensura —miedo a ser castigado, o a ser mal visto—.

El país de todo se puede

México no es el país de nunca jamás, sino el país de todo se puede. Cierto día, en una estación del metro, la policía nos abrió la puerta a los usuarios. Un compacto grupo de jóvenes empezaba a gritar un “goya”, o un “huélum”, mientras una chica policía me decía, “es que ahora todo el mundo hace lo que quiere”. “No todo el mundo”, pensé, “sólo grupos organizados o dirigidos; si yo intento algo así me capturarían y me impondrían días de cárcel, multa y el agravio de estar fuera de la ley”.

Ensucia que algo queda

Los humanos tenemos una tendencia a abusar de lo que haya a nuestro alcance. Esto lo discutieron desde la antigüedad los grandes sabios y filósofos, como Confucio, Platón. El pretexto es la supervivencia y luego la supremacía. De este fenómeno de origen natural, pero de desarrollo artificial (no hay nada más artificioso que lo humano), es de donde surgen los imperios, las grandes potencias y los abusos de unos individuos sobre los otros.

Era un hombre honrado y de buena fe

La obra de Gabriel García Márquez es muy importante de varias maneras. Cien años de soledad, la obra que lo lanza a la fama mundial, es una novela bien armada, con todo ese mundo que parece hilvanado desde la irrealidad (realista). Con esos personajes y situaciones sui géneris, pero sin duda comunes (el milagro está en lo cotidiano), en los que los lectores se reconocen, a pesar de que vienen de ese pueblo ya no tan imaginario llamado Macondo. Su natal Aracataca parece más inventado que el primero..

Ni izquierda ni derecha tienen las llaves de la historia

No deja de asombrarme que, en el terreno político, sobran los que consideran vital verse ubicados en la izquierda. (PRI, PRD, universitarios, escritores, artistas, farándula del cine, teatro, etcétera.) Lo más asombroso es que nadie presume que es de derecha. Sin embargo, desde hace tiempo se sabe que son irrelevantes dichas definiciones. Tal vez en El príncipe (1513), de Nicolás Maquiavelo, ya se empieza a ventilar algo al respecto.