Siempre habrá buenos libros

Ahora más que nunca estamos expuestos a la lectura. Todos: los lectores ilustrados, cuyas labores cotidianas, profesionales, se relacionan con textos de distintos tipos y extensiones; aquellos que viven un proceso de escolarización y deben leer por obligación materiales relacionados con las asignaturas que toman, y aquellos lectores que leen en Internet por curiosidad, rutina, necesidad o adicción, decenas de textos cada días, casi todos breves y fragmentarios, que van dese las noticias de actualidad hasta aquella información que con frecuencia no tiene mayor relevancia, pero que se vuelve “viral” (es significativo el calificativo, una suerte de metáfora de la enfermedad), es decir se extienden como un virus incontenible en los espacios de los insondables laberintos, llamados redes sociales.

Oficio y arte en la literatura de Hiriart

La idea que de la literatura mexicana puede tener ahora un lector no especializado, asiduo o —incluso— mínimamente enterado, es muy ambigua cuando no rarificada: un gran acervo inmanejable no sólo por su volumen sino por la imposibilidad de situar a sus autores, los géneros y los títulos en el tiempo y el contexto en que se leen, se comparan se interrelacionan y se comparan dentro de las distintas genealogías que se han configurado de las nuestras letras.

Críticas inéditas en torno a Paz

El centenario del nacimiento de Octavio Paz en 2014, generó —además de la republicación de su obra (FCE)— una bibliografía útil para acercarse a una figura tan compleja como central en la cultura mexicana del siglo XX. Polemista y polémico, Paz ha provocado consensos tan rotundos en el elogio como en la crítica áspera —rechazo, incluso, a su poder supremo en nuestra empobrecida república de las letras—; ha sido con mucho más comentado que leído, de la pontificación a la denostación.

El fotógrafo Rulfo

La ciudad de México es una constante pendular en la vida y en la obra de Juan Rulfo (1917-1986). Poco después de llegar a la capital, en 1935, permaneció unas semanas en el Colegio Militar. Desertó: la milicia no era su vocación. Ingresó en la Secretaría de Gobernación en 1936 al Departamento de Migración, conoció al escritor Efrén Hernández (1904-1958), lector de sus primeros textos; se ha dicho con un sesgo de leyenda que sacó varios textos del cesto de la basura, como “La cuesta de las comadres”.

Los escritores en imágenes

Una de las prácticas más populares del mundo contemporáneo son los autorretratos (selfies) gracias a los blogs, las redes sociales; con los autorretratos, en natural se quiere atraer la atención, exaltar —de manera genuina, superficial o ficticia— la autoestima, así como autoelogiar méritos, viajes y hechos atrevidos; aunque también puede ser parte de una información, aun, documental. Sobre todo ahora los selfies dan parte del ocio en que el Yo lucha por abandonar el anonimato, ante la conciencia de la fugacidad de connotación.

Desterrado en su misma patria

La existencia de José Revueltas (1914-1976) se debatió entre la militancia política, las contradicciones de la izquierda, el abandono del México rural y las transformaciones de Estado en el camino a la modernización que tantos augurios provocó y endilgó la retórica del discurso político en su momento; un desarrollo, siempre, sin terminar de arrancar y, en el mejor de los casos, sin fructificar en la permanencia y solidez de los medios de producción y el crecimiento de la economía mexicana que alcanzaría un “desarrollo estabilizador” que muy pronto se fracturo y se fragmento.

Desterrado en su misma patria

José Revueltas (Durango, 1914-ciudad de México, 1976) pertenece a una de las familias de artistas más connotadas de nuestra historia; fue el último de once hijos, dos de los cuales murieron en la niñez, procreados por José Revueltas Gutiérrez, un próspero comerciante, y Romana Sánchez. El primer hijo de la progenie fue Silvestre (1899-1940), cuya figura y obra es una de las más emblemáticas de la música clásica del siglo XX mexicano; murió prematuramente y corrió un aserto que derivó en la leyenda sobre la pugna que existía entre él y Carlos Chávez (1899-1978), lo cual significaría que la obra de Revueltas no se difundiera suficientemente. Se llegó a decir, entre la maledicencia y recuerdo exaltados, que el autor de la Sinfonía india instruía a amigos mutuos para que llevaran a conversar a la cantina al autor de Sensemaya para que se extraviara más y más y se aniquilara su salud. En esta relación de condiscípulos y colega, se llegó a una comparación con la rivalidad entre Mozart y Salieri dramatizada por Peter Shaffer y luego recuperada por Milos Forman en su célebre Amadeus; el origen de esa historia fue el texto de Alexander Pushkin, Mozart y Salieri (1830).

Poeta de la cotidianidad

A Efraín Huerta (Efrén Huerta Romo, Silao, 1914-México, 1982) se le ha considerado el poeta de la ciudad de México; esa definición, casi por antonomasia, ha llevado incluso al poeta y estudioso de la ciudad Vicente Quirarte a señalar que “Declaración de odio” (Hombres del alba, 1944) es el más intenso poema de amor escrito a la capital del país, la cual —ya se sabe— se ha vuelto uno de los tópicos de nuestros poetas; recordar a Ramón López Velarde, Octavio Paz, Bonifaz Nuño, Jaime Sabines, Eduardo Lizalde, Gerardo Deniz, José Carlos Becerra, Francisco Hernández y David Huerta, quien ha escrito que los rasgos atribuibles a su padre, o a cualquier otro escritor, pueden ser múltiples.