Ventanales imaginarios

Hay en todo reunirse el infalible recuento de la memoria, la intransigencia del papel pautado por un tiempo donde la pregunta no busca respuestas sino ser asidero de reconocimiento: de dónde se es, a quién se conoció, quiénes fueron aquellos con los que se hizo la vida…, invariablemente su paso de prisa inusitada, es engañado tras la sensación de una terrible lentitud, cuando la infancia queda apresada en días lluviosos tras ventanales imaginarios. ¿Cómo reconocerse si no hay demora en la orilla de la herida?

Marca de agua

Heriste mi corazón con tu palabra y te amé. San Agustín Libro X, Capítulo 6: 8. Un árbol crece, lo escucho respirar por las noches, sus hojas acarician las letras que escribo y lo que deletreo se enraíza en mis ojos, huella del sonido es la sombra de su movimiento y la sutileza de su vaivén alumbra lo fugaz de su aparición.