Los datos biográficos de la popular autora belga Amélie Nothomb son un misterio que ella se niega a clarar. Así las cosas, nació entre los meses de agosto y septiembre de 1966 o 1967, en un lugar de Bélgica o Japón. Desde los 22 años de edad está dedicada a la literatura, publica una novela cada año y dice que escribe los siete días de la semana, cuatro horas diarias a partir de las seis de la mañana. Transcribo las primeras líneas de una de sus novelas más populares, Cosmética del enemigo (2003) traducida por Sergi Pàmies.

Cosmético, el hombre se alisó el pelo con la palma de la mano. Tenía que estar presentable con el fin de conocer a su víctima según mandan los cánones.

cosmétique de l'ennemi Amélie

Jerome Angust estaba hecho un amasijo de nervios cuando la voz de la azafata anunció que, debido a problemas técnicos, el vuelo sufriría un retraso sin determinar.

“Lo que faltaba”, pensó.

Odiaba los aeropuertos, y la perspectiva de permanecer en aquella sala de espera durante un lapso que ni siquiera podía precisar le sacaba de quicio.

Sacó un libro de la bolsa y, con rabia, se sumergió en su lectura.

–Buenos días –le dijo alguien en tono ceremonioso.

Apenas levantó la nariz y devolvió el saludo con mecánica educación.

–El retraso de los vuelos es una lata, ¿verdad?

–Sí –masculló.

–Si por lo menos uno supiera cuántas horas tendrá que esperar, podría organizarse.

Jerome Angust asintió con la cabeza.

–¿Qué tal su libro? –preguntó el desconocido.

“Pero bueno –pensó Jerome–, sólo me faltaba que un pelmazo viniera a darme la tabarra.”

–Hm hm –respondió en un tono que parecía querer decir: “Déjame en paz”.

–Tiene suerte. Yo soy incapaz de leer en un sitio público.

“Quizá por eso se dedica a molestar a los que sí pueden hacerlo”, suspiró Angust para sí mismo.

–Odio los aeropuertos –insistió el hombre. (“Yo también, cada vez más”, pensó Jerome)–. Los ingenuos creen que aquí se conoce a viajeros de toda clase. ¡Qué error tan romántico! ¿Sabe qué clase de gente encuentra uno por aquí?

–¿Inoportunos? –rechinó éste, que fingía seguir leyendo.

–No –dijo el otro sin darse por aludido–. Son ejecutivos en viaje de negocios. El viaje de negocios es la negación del viaje hasta tal extremo que no es digno de llamarse así. Semejante actividad debería denominarse “desplazamiento comercial”. ¿No le parece que sería más correcto?

–Estoy en viaje de negocios –articuló Angust, creyendo que el desconocido se excusaría por su metedura de pata.

–No hace falta que lo diga, señor, eso se nota.

“¡Y además es grosero!”, pensó Jerome, fulminándolo con la mirada.

Como la buena educación había sido violada, decidió que él también podía saltarse sus normas.

–Caballero, por si todavía no se ha dado cuenta, no deseo hablar con usted.

–¿Por qué? –preguntó el desconocido con descaro.

–Estoy leyendo.

–No, señor.

–¿Cómo dice?

–No está leyendo. Quizá crea que está leyendo. Pero leer es otra cosa.

–Bueno, de acuerdo, no tengo ningún interés en escuchar sus profundas consideraciones sobre la lectura. Me está poniendo nervioso. Incluso suponiendo que no estuviera leyendo, no deseo hablar con usted.

–Enseguida se nota cuando alguien está leyendo. El que lee, el que lee de verdad, está en otra parte. Y usted, caballero, estaba aquí.

Novedades en la mesa

Anagrama ofrece en las mesas de novedades un volumen con seis novelas autobiográficas de Amélie Nothumb: El sabotaje amoroso / Estupor y temblores / Metafísica de los tubos / Biografía del hambre / Ni de Eva ni de Adán / La nostalgia feliz.

 

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