En honor a Mozart, el prusiano Ernst Theodor Hoffmann agregó “Amadeus” a su nombre y firmó sus numerosas obras con la firma ETA Hoffmann (24 de enero de 1776-Berlín, 25 de junio de 1822). Su huella figura en la música como compositor, tenor y director de orquesta. También fue coreógrafo y destacado caricaturista. Ejerció la abogacía y publicó aclamados cuentos fantásticos y de terror. Amaba los precisos mecanismos de relojería. De su pluma es “El cascanueces y el rey de los ratones”, que inspiró el ballet musicalizado por Chaikovsky. Transcribo las primeras líneas del cuento (tomado de la Biblioteca digital ILCE).

“nochebuena. Durante todo el día 24 de diciembre, los hijos del consejero médico Stahlbaum no pudieron entrar en ningún momento en la sala, y menos aún en el salón de gala contiguo. Fritz y Marie estaban juntos, encogidos, en un rincón de la habitación del fondo. Era ya de noche, pero aún no habían traído ninguna luz, como solían hacer siempre en ese día señalado; así que sentían miedo. Fritz, susurrando en secreto, reveló a su hermana menor (acababa de cumplir siete años) que desde las primeras horas de la mañana había estado oyendo ruidos, murmullos y suaves golpes en las habitaciones cerradas. Le contó también que poco antes había pasado por el pasillo, a hurtadillas, un hombrecillo oscuro con una gran caja bajo el brazo, pero él sabía bien que no era otro que el padrino Drosselmeier. Marie comenzó a dar palmas de alegría y exclamó:

”—¡Ay! ¿Qué nos habrá hecho el padrino Drosselmeier? ¡Seguro que es algo muy bonito!

”El consejero jurídico superior Drosselmeier no era un hombre apuesto: era pequeño y delgado, su rostro estaba lleno de arrugas, en el ojo derecho tenía un gran parche negro y carecía de pelo, por lo que llevaba una bellísima peluca blanca de cristal, una pieza muy artística. En realidad, el padrino en sí ya era un hombre muy artístico, que entendía hasta de relojes e incluso sabía construirlos. Por ello, cuando alguno de los hermosos relojes de la casa de los Stahlbaum se ponía enfermo y no podía cantar, llegaba el padrino Drosselmeier, se quitaba su peluca de cristal y su chaqueta amarilla, se ponía un delantal azul y comenzaba a pinchar con instrumentos muy puntiagudos el interior del reloj, algo que a la pequeña Marie le hacía auténtico daño, pero que no ocasionaba ninguno en el reloj; bien al contrario, en seguida recuperaba su vitalidad y reemprendía sus susurros, sus toques y cantos, lo que causaba en todos gran alegría. Siempre que venía llevaba en el bolsillo algo bonito para los niños, unas veces un hombrecillo que giraba los ojos y se inclinaba para saludar, lo cual resultaba muy cómico, otras una caja de la que surgía un pajarillo, o cualquier otra cosa. Pero por Navidad siempre construía algo muy hermoso y artístico que le costaba mucho trabajo, por lo que, en cuanto recibían el regalo, los padres lo guardaban con cuidado.

”—¿Qué nos habrá hecho el padrino Drosselmeier? —repitió Marie.

”Fritz opinaba que sólo podía tratarse de una fortaleza en la que marcharan e hicieran instrucción toda suerte de hermosos soldados, ante la cual deberían presentarse otros soldados pretendiendo entrar, y entonces los soldados del interior comenzarían a disparar valientemente sus cañones con gran estruendo […]”

 

Novedades en la mesa

La revuelta de Castilla en el siglo XVI la cuenta Lorenzo Silva en su novela Castellano, editada por Planeta en 2021.

 

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