Jóvenes del coro fácil, nos gritó el presidente Luis Echeverría Álvarez el 14 de marzo de 1975 en su grosera visita a la UNAM. Esa ocasión el movimiento estudiantil irrumpió en la Facultad de Medicina, sorteamos vallas de agentes de la DFS, Dirección Federal de Seguridad y de militares disfrazados de estudiantes de medicina con batas blancas; obligamos a los guaruras a abrirnos las puertas del auditorio y ocupamos la parte superior de sus butacas, desde ahí lanzamos volantes, gritamos consignas y paulatinamente sumamos a nuestras denuncias a la mayoría de los asistentes, mismos que un principio estaban callados. Eran estudiantes de medicina a los que prometieron darles el servicio social en la Ciudad de México a cambio de asistir al acto de LEA; trabajadores del STEUNAM, Sindicato de Trabajadores y Empleados de la UNAM, dirigido por Evaristo Pérez Arreola y decenas de integrantes del Estado Mayor del Ejército; estaban en el auditorio desde las 6 de la mañana.

La presión de los estudiantes casi silenció los discursos de Guillermo Soberón, rector de la UNAM y del propio presidente Echeverría, el auditorio era un pandemónium. Los guaruras y sus jefes a cargo del acarreo, como José Murat quien luego fue gobernador de Oaxaca, no sabían qué hacer. Los estudiantes empezaron a corear mi nombre demandando que tomara la palabra. No les quedó más remedio que permitir que hablara. Fue en realidad un asaltó de la tribuna de mi parte, apoyado por los estudiantes.

Varios años después, un compañero estudiante del Movimiento de Estudiantes Socialistas MES, me dijo que su profesor de la facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, le preguntó si me conocía porque el expresidente Echeverría quería invitarme al llamado Centro de Estudios del Tercer Mundo CEESTEM, a ver la película filmada por la presidencia del día de la visita de Echeverría a la UNAM. Dude. Varias semanas comenté con mis compañeros si era conveniente acudir. Finalmente decidimos asistir. No fui solo. Me acompañaron una decena de estudiantes y profesores. Vimos la película en uno de los salones del CEESTEM en compañía de varios estudiantes de ese supuesto centro de estudios, recuerdo a varios africanos. No conocía la película. Registra casi todo lo acontecido antes, durante y después del acto en Medicina, inclusive la mayoría de mi discurso.  Al finalizar la película Echeverría nos recibió en su despacho de director del CEESTEM. En la entrada me dijo, con su conocida voz engolada, “fue usted el segundo actor”, le contesté el segundo fue usted, a mi si me escucharon a usted no.

Hizo un largo discurso en defensa de la política criminal represiva del Estado, tanto en 1968, como el 10 de junio de 1971. Dijo: en 1968 estaban en riesgo las instituciones, el Estado, como ahora en Polonia -se refería a la lucha de los trabajadores de Solidaridad, dirigidos por Walesa- por eso como Jaruzelsky tuvimos que actuar, ¿usted que hubiera hecho?, contesté nosotros condenamos al gobierno polaco y apoyamos a Walesa y los trabajadores. No se justifica nunca, ni en ninguna parte la represión criminal contra los movimientos. El debate ríspido siguió por bastante tiempo. Había una periodista amiga de Echeverría quien grabó toda la reunión, es Sol Arguedas, pero no quiso publicarla ni darme la grabación.

Después de esa tensa reunión me encontré a Echeverría en la Unidad Villa Olímpica, donde resido desde 1984 – construida para albergar a los atletas y la prensa en los XIX Juegos Olímpicos de 1968 – iba caminando acompañado de Luis Suárez, periodista comunista español que vivía en un departamento de mi edificio. Yo iba manejando mi vocho, me detuve y los saludé, me dijo que me quería regalar la película de la visita, para lo que me volvía a invitar a su casa. Fui. También me acompañaron varios compañeros, recuerdo a Ramón Cárdenas Simón, a Jorge Meléndez, a Jorge G. Castañeda y algunos más. Esa ocasión Echeverría nos dijo: ante el riesgo de un triunfo del PAN, la izquierda debe a aliarse con los jóvenes del PRI. Le pregunté quiénes eran esos jóvenes del PRI, dijo Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y otros de lo que sería la Corriente Democrática, no mencionó a Cuauhtémoc Cárdenas.

Por petición de Luis Suárez volví a reunirme con Echeverría en su casa, a las 8 de la mañana, cuando llegamos ya había jugado tenis con un alto empresario, en su inmensa residencia que tiene varias cabañas de estilo africano, asiático y América prehispánica en el jardín situado entre el pórtico y el corpus residencial. Esa vez le pregunté por qué no tenía buena relación con la familia Cárdenas y me contestó que él era admirador del General Lázaro Cárdenas, por ello su campaña presidencial la inició en Jiquilpan, pero que doña Amalia estaba sentida porque no nombró a Cuauhtémoc como candidato a gobernador de Michoacán. También le pregunté en torno a su contradictoria relación con Julio Scherer García y Heberto Castillo quienes lo apoyaron al inicio de su gobierno por la supuesta apertura democrática y luego Echeverría los atacó, llegando al extremo de expulsar a Scherer de la dirección de Excélsior. Me dijo que ambos, Heberto y Scherer, eran unos intrigantes que hablaban mal de doña Esther Zuno.  Me dijo que había superado el distanciamiento con su amigo de toda la vida José López Portillo.

Echeverría es un personaje clave del Estado mexicano.

La combinación de elementos muy especiales me hizo tener una relación no habitual con él.

Desde el principio de su gobierno fui claro opositor al mismo. Rechacé la llamada apertura democrática. Más firmemente me opuse al falso dilema Echeverría o el Fascismo, que postularon Carlos Fuentes, Fernando Benítez, Enrique González Pedrero y otros. El mismo jueves de Corpus por la tarde – noche llamé a las redacciones de los periódicos El Día y Excélsior, para responsabilizar a Echeverría de la matanza de San Cosme ese 10 de junio de 1971.

Siempre combatí la política demagógica de Echeverría en el plano nacional, con sus programas subsidiarios y el estatismo desaforado y también la llamada política del Tercer Mundo que él mismo admitió como una coartada para desbancar a Fidel Castro.

Luis Echeverría cumple cien años de vida en estos días, su papel en la historia del país es muy negativo. Cualquier postura de reedición del echeverrismo es nefasta, como lo es en buena medida en el plano de la demagogia, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Tengo la satisfacción de haber participado en el proceso para juzgar a Luis Echeverría Álvarez, como autor de delitos de lesa humanidad en 1968 en su carácter de Secretario de Gobernación y en 1971  como presidente de la república, proceso que se realizó a través de la  llamada Fiscalía Especial para Movimientos Políticos del Pasado que consiguió sentenciar a Echeverría como reo del delito de Genocidio, por el cual estuvo en prisión domiciliaria por 847 días del 29 de noviembre de 2006 al 26 de marzo de 2009.

Aunque Echeverría fue amparado y por ello está pendiente la impunidad de las acciones del Estado mexicano contra el movimiento estudiantil y de otros sectores de la sociedad, cualquier acción que reanude la lucha por la justicia no puede soslayarse aduciendo la avanzada edad del ex presidente.

No es un asunto de carácter personal el que se tiene enfrente.

Ante Luis Echeverría Álvarez sus superiores, sus subordinados y todo el aparato estatal del autoritarismo se debe proceder con respeto a los derechos humanos y políticos que fueron criminalmente vulnerados bajo su gobierno de 1970 a 1976.

 

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