Más allá del Zapata gay
Cháirez y los otros artistas tienen derecho a ser respetados en su libertad de expresión, pero las autoridades culturales están obligadas a definir qué quieren hacer de Bellas Artes.
Cháirez y los otros artistas tienen derecho a ser respetados en su libertad de expresión, pero las autoridades culturales están obligadas a definir qué quieren hacer de Bellas Artes.
Esta no es la primera vez que sucede. López Obrador acostumbra encubrir a sus colaboradores acusados de corrupción. ¿Le suena Gustavo Ponce, Bejarano, “el Señor de las Ligas” o más recientemente, Manuel Bartlett?
Detrás de la capitulación hay asuntos de vida o muerte para López Obrador. La necesidad de ser bien visto y reconocido por el vecino y la idea religiosa de creer que con el T-MEC va a evitar el colapso de la economía.
Cuando Cárdenas dice que López Obrador no es de izquierda, lo arroja de manera automática en dos posibles basureros: en el neoliberalismo –que tanto critica el presidente– o en una peligrosa autocracia anodina, confusa y deshilvanada.
Los “vende patrias” son quienes dan asilo a un activista extranjero dedicado a convertir México en plataforma para la desestabilización internacional. Evo sí es un riesgo para la soberanía.
Cortés pudo haber sido un aventurero ambicioso, pero su expedición no estaba obligada respetar leyes locales y tratados internacionales, simplemente porque no existían.
El asilo a Evo Morales, la imposición de Rosario Piedra Ibarra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la intención de controlar el INE y otros retorcimientos de la política y de las leyes son ejemplo de un proyecto de gobierno que está sustentado en todas las variantes del fraude. Por eso, el apoyo histérico a Evo Morales.
Varias voces dentro del ámbito político y financiero de Estados Unidos han sugerido una intervención militar en caso de que el gobierno lópezobradorísta no pueda con los grupos criminales.
El discurso del general es una gota de agua en el desierto. Es la primera voz, con autoridad, que se atreve a decir lo que está sucediendo en las entrañas de una ya compleja y difícil relación entre militares y civiles.
Un político que le hace favores a las cabezas de los cárteles se traduce en protección al crimen y ya no tiene elementos creíbles para hablar de la “mafia del poder”, de una “minoría rapaz” o de que los gobernantes del pasado eran una pandilla de saqueadores.
La crisis de Culiacán echó por tierra mentiras y mitos. Un cártel mató a balazos la 4T. Desmitificó a la Guardia Nacional, un invento de la propaganda populista a la que se le atribuyeron cualidades mágicas; creada para marginar al Ejército y cuya inexperiencia derivó en el fracaso de un operativo que exigía experiencia, inteligencia y estrategia.
El Poder Judicial en México se encuentra, actualmente, en uno de los momentos más decisivos de su historia. Tiene que escoger entre defender la democracia constitucional o contribuir a la demolición de la república.
Algo sucedió entre quienes contrataban a esos jóvenes en el pasado para agredir al gobierno en turno y la administración actual. ¿Acaso hubo pactos, acuerdos que no se cumplieron?
Lo que está tratando de hacer el presidente con ese discurso amenazante es destruir la figura del amparo, el único recurso con el que cuentan los mexicanos para defenderse de los excesos de poder.
El poder de la mafia parece tener hoy la palabra. Es como si se le escuchara e hiciera caso, como si inspirara leyes para dar forma al nuevo Estado mexicano.
Elevar la defraudación fiscal a delincuencia organizada implica tratar a un presunto evasor –que no ha podido defenderse– de la misma forma que a un narcotraficante.
El enemigo de López Obrador, entonces, no está afuera, entre fifís, conservadores o reaccionarios. La piedra la tiene adentro, en su propia casa y se llama Morena.
A muchos mexicanos, señor presidente, nos enseñaron en la escuela y en nuestros hogares a respetar al Ejército. Vemos en el uniforme que llevan soldados y oficiales, el símbolo de la patria.
No podemos aceptar, entonces, que por órdenes de usted –aunque sea el presidente, o precisamente por serlo– se permita que los delincuentes humillen a nuestros soldados.
La 4T usa dientes y garras para atacar a sus adversarios políticos, pero no muestra la misma fiereza para combatir a los cárteles.
El miedo, la culpa y los malos cálculos llevaron al jefe de Rosario a firmar un cheque en blanco. Se apresuró a entregar todo: la elección, el poder y el gobierno antes de tiempo.