El filo de la navaja
Nuestro actual gobierno, enfundado en un discurso nacionalista que en ocasiones ha sido xenófobo, proclamó tempranamente su vocación soberanista frente a cualesquiera pretensiones de otros Estados, que las hay.
Nuestro actual gobierno, enfundado en un discurso nacionalista que en ocasiones ha sido xenófobo, proclamó tempranamente su vocación soberanista frente a cualesquiera pretensiones de otros Estados, que las hay.
El hecho de que hayamos denunciado con frecuencia esta ola criminal no implica que abandonemos el tema y migremos a otras cuestiones que también afectan a los mexicanos.
El sembrador de vientos sigue adelante en su labor —que es una arraigada vocación, advertida desde el primer momento— de generar discordias y abatir derechos y libertades, con gran peligro para la estabilidad y el progreso de la nación.
El autor del testamento —el testador, a quien se suele denominar con una expresión latina: de cujus— resuelve en éste el destino de sus bienes, acorde con los proyectos, los deseos y las pasiones que acumuló en su vida.
En esta toma de conciencia debemos asumirnos como sociedad rectora de nuestra existencia, a cambio de la regencia que hoy padecemos, impuesta por las circunstancias y dominada por una voluntad imperial.
Festivos, como somos, y carentes de conducción adecuada, como estamos, tenemos en estas fiestas una salida a los problemas que nos agobian y una puerta de acceso a la esperanza que necesitamos.
Frente a un poder omnímodo que se rehúsa a la razón y promueve la discordia, conviene favorecer las alianzas entre sectores de la sociedad.
En la vanguardia de las causas nacionales, Siempre! mantuvo y sostiene una línea independiente y combativa, para bien de nuestro país y de quienes fuimos —y seguimos siendo— sus lectores asiduos.
Nos hemos acostumbrado —¡deplorable costumbre, adversa a los valores y principios de una sociedad democrática!— a escuchar la constante carga de denuestos dirigidos a amplios sectores de la nación
Advertimos que la república celebrante del Ejército Trigarante se halla atrapada una vez más por la concentración del poder, la decadencia de instituciones.
Los asuntos que tocan fibras religiosas, éticas, políticas o económicas de gran valor suscitan reacciones extremas y generan vivas polémicas. Sucede, sobre todo, cuando se relacionan con la vida humana.
El primer mandatario promueve la consulta nacional sobre la revocación, tema que dejó de ser planteamiento de los ciudadanos —como se dijo cuando llegó al escenario constitucional—
El titular del Poder Ejecutivo ha militado contra la propia institución presidencial, quebrantada y oscurecida. Y ha arremetido contra otras, por las que también debiera velar y a las que ha combatido con saña.
El 1º de agosto de 2021 concluyó un capítulo y comenzó otro de la historia difícil que colma las horas inciertas de nuestra república atribulada.
Así como expuse con cautela la idea de un cuerno de la abundancia, ahora me refiero, con reservas, a la figura de un corredor de la muerte. Pero vale para la exposición que hago.
El PRI, el PAN y el PRD pusieron de lado, por lo pronto, sus enormes diferencias ideológicas, sus raíces históricas y su horizonte partidista para atender la necesidad apremiante de oponer una muralla a los arrestos dictatoriales del Ejecutivo.
No sabemos —y probablemente no sabremos— si aquella fruta y el veneno que inoculó al orden jurídico mexicano provienen solamente del senador que promovió formalmente la adición, o tienen autores intelectuales.
Me refiero a este tema, porque algunos ciudadanos se preguntan (y preguntan) si es admisible concertar pareceres encontrados y fomentar la amistad civil entre corrientes políticas de signos diferentes.
Esta definición se halla en manos de las autoridades competentes, sin perjuicio de las libres expresiones formuladas, con pleno derecho, por opinantes que sostienen pareceres diversos y encontrados.
¿Operará? ¿Pesará en el ánimo de la población? ¿Entenderemos lo que ocurrió, más allá de las aclaraciones tardías que agreguen los dictámenes nacionales y extranjeros? ¿Y actuaremos como sería natural, obligado, necesario, en función de esa abrumadora realidad?