Feminicidios a cuatro voces

Pese a que la reciente literatura mexicana tiende a ser tan gráfica como la nota roja, muy poco o nada se ha escrito sobre los llamados feminicidios, tema mucho más abordado en cine. Dudo —o me niego a creer— que se deba a una falta de interés en el tema. Se trata, creo, de exceso de prudencia para con los deudos de las innumerables víctimas, acaso confusión respecto al término, como se ha visto en su equívoco tratamiento jurídico y periodístico.

Las novelas son parte de la vida

Luego de leer Ribeiro Suites, de Josu Iturbe, nadie que ingrese o pase frente a un hotel de paso, los mirará con los mismos ojos. Como bien señala el propio autor, antes de esta novela, los hoteles de paso solo habían servido de escenario a relaciones ilícitas o crímenes horrendos, a veces ni siquiera eso. A nadie se le hubiera ocurrido que detrás de este negocio existieran historias como las que narra en su novela.

Mi inquietud es más filosófica que literaria

La originalidad, dijo alguien, no se busca: se encuentra. Para ejemplificar lo que entiendo por “originalidad” (tema que me obsesiona como a tantos otros escritores y artistas), prefiero citar a dos autoridades en la materia. Uno sería Goethe: “La originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si no hubieran sido dichas por otros”.

El temor al abandono es aterrador

Aunque no especifica su año de nacimiento en su ficha curricular, Jorge Alberto Gudiño Hernández, escritor mexicano, todavía puede acreditarse el calificativo de “joven”. Autor de cuatro espléndidas novelas, siendo la más reciente Justo después del miedo (Alfaguara, México, 2015), se define como un hombre que tiene todo para ser feliz: una hermosa familia y la oportunidad —y capacidad, agrego yo— de ejercer la literatura.