Obligados a cumplir la ley
La democracia no es ordenada, como quisieran los puristas. La democracia es tan desordenada como cualquier actividad humana, susceptible de desencadenas lo mejor y lo peor de nosotros.
La democracia no es ordenada, como quisieran los puristas. La democracia es tan desordenada como cualquier actividad humana, susceptible de desencadenas lo mejor y lo peor de nosotros.
En pocas ocasiones como el Año Nuevo es más evidente la veracidad de aquel viejo estribillo utilizado en los spots de El Heraldo de México: “hay quienes ven el vaso medio lleno, hay quienes lo ven medio vacío”.
Son muchos los corazones en México que latieron más aprisa por el resultado de las elecciones generales de España, en las cuales el Partido Popular, gobernante, no alcanzó la mayoría necesaria para formar gobierno, pero irrumpieron en tercer y cuarto lugar dos nuevas formaciones políticas: Podemos y Ciudadanos.
Durante la sesión postrera de este periodo ordinario de sesiones el Senado aprobó la reforma política del Distrito Federal, reforma largamente esperada y ansiada por tantos que creen que los ciudadanos de la ciudad de México hasta ahora han sido ciudadanos de segunda clase, aunque ese sea sólo un mito genial.
“La decepción de las ternas”, escribió en estas páginas de Siempre! el senador Miguel Barbosa, para luego proceder a proponer a sentencias que el actual sistema para elegir a los ministros de la Suprema Corte está agotado.
El pasado martes se cumplieron tres años de que el licenciado Enrique Peña Nieto tomó posesión como presidente de la república.
Muchos, con vasta experiencia en campañas electorales, han advertido que los sondeos y encuestas que se realizan cuando falta mucho tiempo para la elección son útiles pare diseñar las precampañas, pero de ninguna manera pueden tomarse como predicciones de cómo será una elección.
Arrecia día con día la campaña desde los partidos, diversas organizaciones no gubernamentales y sus aliados mediáticos para subrayar la gravedad del problema creado por la corrupción.
Los premios José Pagés Llergo que entrega la revista Siempre! no son un premio más de periodismo. No se trata de las complacencias de una de tantas cofradías regidas por el concepto del elogio mutuo, de pensamiento uniforme.
El gran reto para las elites políticas, económicas y sociales de la república es encontrar los puntos de coincidencia para alcanzar el objetivo que debiera ser de todos: atender el enorme lastre histórico de la pobreza y la desigualdad.
La alternancia trajo vientos frescos, democráticos, a una nación que vivió largo tiempo bajo lo que los santones de la ciencia política calificaron régimen de partido hegemónico.
Hace muchos meses, desde principios de 2015, en este espacio generoso de Siempre!, quien esto escribe puso a un artículo este título: “¿Qué se comió México?”
Hace unas semanas reptó desde las columnas políticas sociales un rumor: “hay un acuerdo entre PAN y PRI para repartirse las vacantes que a partir del 30 de noviembre habrá en la Corte”.
Disciplinadamente, con su inquebrantable lealtad a las instituciones de la república, una y otra vez los soldados y marinos de México han cumplido con las tareas que les ha encomendado la autoridad civil.
José Fonseca
El periodismo actual vive tiempos de cólera.
Todos los días, todos los medios nos dicen que los mexicanos están muy indignados. ¿Y por qué no?
Desde hace años, implacablemente, en los medios impresos y electrónicos nos dicen a los ciudadanos de a pie que todo está muy mal, que los gobiernos han fracasado, que todo está podrido. ¿Cuánto tiempo puede pasar para que los ciudadanos lo empiecen a creer?
Ya cada quien tiene su versión sobre lo ocurrido en Iguala aquella noche negra del 26 de septiembre de 2014. Por esa razón es válida una pregunta: ¿de verdad todos queremos justicia o queremos tener la razón?
Las patrióticas celebraciones de este septiembre debieran ser el recordatorio del alto costo que han tenido para México las discordias políticas e ideológicas. Y, sobre todo, los discursos de odio que con fines políticos envenenan a la sociedad.
¡Vaya follón que armaron los expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con su informe sobre la tragedia de Iguala que costó la vida a 43 estudiantes normalistas!
Uno de los desafíos que enfrenta el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto es la percepción de un cierto desencanto, un pesimismo que a veces raya en la desesperanza. ¿Qué desencadenó tal sentimiento?
A quien esto escribe no sorprendió el escepticismo y la avalancha de críticas con que un amplio sector de las opiniones publicada e ilustrada recibió la conclusión a que llegó la Secretaría de la Función Pública sobre el escándalo de las casas.