Los sesenta, una extraña década
Guillermo García Oropeza escribió sobre una época en la que se traicionaba “el pochismo de nuestra cultura”, había una desagradable sensación de no estar viviendo.
Guillermo García Oropeza escribió sobre una época en la que se traicionaba “el pochismo de nuestra cultura”, había una desagradable sensación de no estar viviendo.
La alianza que en estos momentos tienen la CNTE y López Obrador es más de conveniencia política, pragmática, que de simpatía.
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Y a las Iglesias se suman, claro, “ciertos grupos conservadores”, incluyendo al PAN.
Moción presidencial que sugiere a muchos la presión norteamericana.
Una nueva Thatcher para poner el orden. Porque en Inglaterra la salvación viene de las mujeres.
Una actitud: la del orgullo de ser inglés, del orgullo de esa Inglaterra frente “a naciones menos venturosas”.
El problema es que ni todo el mundo ni todo México es triunfalista y no se adhiere a las conquistas de la comunidad del arco iris.
La reciente proposición presidencial en torno al matrimonio entre miembros de la compleja comunidad gay-lésbico-trans-bi y no sé que más sexual
Los ortodoxos o confesionales no están tan al día como los neoliberales de la sexualidad.
La CDMX se convirtió en la meca de millones de mexicanos expulsados de sus provincias.
El fenómeno megalopolitano es una verdadera novedad histórica.
Del panismo actual mejor ni hablo porque su mediocridad está en boca de todos.
El PAN era un partido de abogados cultos, católicos, pero civilizados.
Se arreglan en lo oscurito, y en lo oscurito y en lo abiertito se siguen entendiendo.
Quizá con cierto cinismo esté revisando la visita pontificia como un suceso fundamentalmente político y no religioso, es decir, de jefe de Estado y no de profeta indignado y pastor de su grey.
Como todo en México, la visita papal se dio bajo el signo de la ambigüedad, y creo que no está de más recordar que en la religión de los aztecas —debajo de un dios único y supremo— estaba una pareja: el Señor y la Señora Dos (Ometecutli y Omecihuatl) que eran nada menos que los dioses de la dualidad, de la ambigüedad del mundo. En nuestro caso nos llega Jorge Mario Bergoglio que es al mismo tiempo el pastor mayor de la Iglesia católica romana y por otra parte el jefe del Estado Vaticano.
Cada mes, como con un grupo de amigos muy queridos, algunos de los cuales son políticos; otros, empresarios, y un muy viejo sacerdote cuya carrera se hizo en los altos niveles del arzobispado, siempre en contacto con el mundo político de su tiempo, un agradable Maquiavelo conocedor de los corredores del poder.
Resulta un lugar común decir que vivimos en una civilización de la imagen. Esa imagen que ha venido a desplazar los conceptos, el pensamiento y el análisis. Esto es particularmente cierto en el mundo de la política. Sería difícil anotar cuándo los medios de comunicación —primero la prensa, luego la radio y luego la televisión— fueron infiltrándose en el mundo político.
En un anticlímax, tras la espectacularidad de los atentados de París, el mundo vive un curioso suspenso esperando el próximo atentado del Estado Islámico o la destrucción prometida de ese mismo Estado por yanquis, franceses, rusos…
A partir de los atentados de París, estamos viviendo en plena histeria bélica. Todo el mundo se vuelve parisino y un nuevo diablo aparece en la historia: el Estado Islámico. Pero ante la histeria lo más recomendable es mantener la calma y no perder el espíritu crítico. Con ese espíritu veríamos que, pese al escándalo, los atentados de París no pasaron de ser atentaditos y violencias muy menores dentro de la historia reciente.