Pompas

De alguna manera, en el dolor y la finitud, nuestras emociones son semejantes, siamesas, lo cual no parece extraño. Hay momentos, en la frialdad del cuarto nocturno, en que despierto de madrugada y me sube el miedo al estómago como si estuviera pariendo un martirio de camaleón disecado con la lengua de fuera.

Pipa, pipeta o puro

El hombre que fuma puro en la ventana platica con las nubes que pasan; les manda dardos de humo. Las nubes le regresan granizo. El hombre cierra la ventana, da una fumada profunda al puro, mira hacia el horizonte y avienta donas humeantes que se deshilachan contra el vidrio; a veces, antes de estrellarse contra la ventana, por el centro de la dona pasa un mosquito en un azar sorpresivo que el hombre no volverá a repetir. Las nubes que pasaban se fueron a lloviznar en otra parte.

Los focos

Ya en la noche, cuando los focos están apagados y se instala un largo silencio, es cuando ellos piensan mejor. Piensan en la luna llena, las luciérnagas, los arbotantes, en los focos fundidos, en las lámparas de mano de los veladores, en el brillo de los ojos de las mujeres que están de pie en las esquinas, en el foco que se enciende sobre las cabezas de los científicos, los poetas o los filósofos, cuando les viene una idea estupenda, en el centelleo de los charcos después de la lluvia, o en otros focos apagados.

Cuento A lo Dick Tracy

Caminaba solitario pegado a la cerca de finas tablas barnizadas mientras la noche se hacía más negra debido a que la luna se había perdido tras las montañas del oriente y esa oscuridad intensificaba el torbellino de pasiones en el cuerpo del marinero desde sus pies, al fin en tierra, hasta su frente, quien se negó a subirse al navío a pesar de que el capitán le rogó largo tiempo para treparse al barco y hasta le reconfirmó que era su hombre indispensable entre el montón de marineros.