Indomable polígrafo

Recuerdo con particular entusiasmo cuando conocí y empecé a tratar a Vicente Leñero (Guadalajara,1933-ciudad de México, 2014), y fue en un viaje a Mérida en el que coincidimos, por allá por 1988, con tal buena fortuna que en grupo reducido, integrado además por su bella esposa, don Rafael Solana y Tomás Urtusástegui, nos fuimos a excursionar un día entero a Chichén Itzá. Cofradía pequeña y selecta, la pasamos a todo dar, y si bien los temas de conversación fueron múltiples y diversos, por cuestiones de afinidad y del propósito mismo del viaje prevaleció sobre todo el teatral. Un hombre sabio y sensible, todo un personaje, pero además de un muy agradable trato desde el principio, todas las veces que nos vimos fue siempre amable y hasta cálido, expresamente agradecido cuando por una u otra razón escribía sobre su narrativa o su teatro, o sobre alguna nueva película con guión suyo, o sobre algún evento donde había sido con justicia reconocido por su escritura multiforme y todas las veces incisiva, incluido el Premio Nacional de Lingüística y Literatura en el 2001.

Javier Camarena en un concierto de excelencia

Qué duda cabe que esta tierra ha sido particularmente pródiga en tenores líricos –ya sea dramáticos o ligeros–, terreno en el cual México ha contribuido con voces sobresalientes que sobre todo han enriquecido un siempre exigido y difícil repertorio belcantista en el que interpretes como Francisco Araiza, Ramón Vargas, Rolando Villazón y Javier Camarena han cortado el queso, como se suele decir en el argot popular. Siguiendo más o menos la ruta de los más de sus colegas, el último de ellos salió de México con un éxito apenas modesto, confirmado dentro de un público local minoritario asiduo a la ópera, y después de haberse hecho presente, por sus notables recursos y condiciones, en concursos de solvente tradición local (entre ellos, por supuesto, el “Carlo Morelli” que ha sido pista de despegue de tantos talentos) donde sus facultades se hicieron notar muy por encima de sus contrincantes. Tras ese mismo itinerario, para perfeccionarse y comenzar a hacer carrera en Europa, en su caso, en Alemania y Austria, empezó a ganar nombre en centros de añeja irradiación como Zúrich, Salzburgo, y por supuesto Barcelona, París y Viena.

El gran hotel Budapest se disfruta sin miramientos

Wes Anderson aparece como uno de los más finos estetas del llamado nuevo cine independiente norteamericano, con una estética muy personal y también definida, al margen de modas o estereotipos, y si bien su quehacer no es para todos los gustos ni mucho menos comercial, está en cambio signado por una libertad creativa manifiesta en un estilo que perfectamente puede inscribirse en lo que suele denominarse como cine de autor.

La jaula de oro nos toca el corazón

Ganadora indiscutible en la pasada entrega de los Arieles, La jaula de oro (México, 2013), del hispano-mexicano Diego Quemada-Díez, nos confirma una línea de narración a la que nuestra cinematografía ha sido particularmente proclive, porque el realismo documental ha estado presente en el quehacer fílmico mexicano casi desde sus orígenes. La propia Santa de 1931, de Antonio Moreno, a partir de la novela homónima de Federico Gamboa, se mueve a caballo, ya con singular solvencia, entre la ficción y el documental, como de igual manera sucede, por ejemplo, con ese otro gran clásico de nuestra cinematografía que es Los olvidados de Luis Buñuel de 1950.

En los cuernos de Nueva York

México ha sido semillero de extraordinarias voces desde épocas muy remotas, desde que nuestro llamado “ruiseñor mexicano”, la soprano Ángela Peralta, conquistó los grandes escenarios italianos en la segunda mitad del siglo XIX. Y si bien este país ha dado sobre todo sopranos y tenores con carreras sobresalientes y una presencia protagónica en importantes casas de ópera del mundo

En recuerdo del magistral cuentista que fue Cortázar

Siendo Julio Cortázar (Bruselas, 1914-París, 1984) uno de nuestros escritores fantásticos por excelencia, resulta particularmente provechoso reconocer y profundizar con él en los elementos de lo que Tzvetan Todorov considera otro más de los géneros literarios. Con propiedades muy particulares, en los más de sus relatos fantásticos —aquéllos no vinculados ya a lo extraño o lo maravilloso—, el escritor insiste en la “vacilación” experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural. En este sentido, existe siempre la posibilidad exterior y formal de una explicación simple de los fenómenos; pero, al mismo tiempo, llega a carecer ésta por completo de probabilidad interna, con lo cual se exacerban las dudas del lector ante dichos acontecimientos…

Un Alfonso Cuarón creativo y talentoso

Si bien la dura y espléndidamente bien documentada y hecha cinta Doce años de esclavitud (12 years a sleve, Inglaterra-Estados Unidos, 2013), tercer largometraje del realizador británico Steve McQueen (homónimo del célebre actor estadounidense muerto en Ciudad Juárez, en 1980), fue considerada como la Mejor Película en la pasada entrega de los Oscares, con la estrujante y reveladora interpretación de la bella actriz de color keniano-mexicana Lupita Nyong’o que causó sensación al levantar la estatuilla como Mejor Actriz de Reparto, lo cierto es que el filme de la noche fue ni más ni menos que Gravedad (Gravity, Estados Unidos-Reino Unido, 2013), del reconocido director mexicano Alfonso Cuarón.

El club de los desahuciados… camino al Óscar

Emparentada sólo con algunas cuantas películas que desde distintos ángulos se han propuesto abordar con compromiso y tras una postura crítica los abusos y pifias de los sectores más conservadores y homofóbicos en relación al tratamiento —en todas sus posibles aristas— de los grupos más vulnerables de contagio del virus de inmunodeficiencia humana y los pacientes que llegan a sufrir los devastadores estragos de una enfermedad como el sida, de sus afectaciones directas y colaterales