Indomable polígrafo
Recuerdo con particular entusiasmo cuando conocí y empecé a tratar a Vicente Leñero (Guadalajara,1933-ciudad de México, 2014), y fue en un viaje a Mérida en el que coincidimos, por allá por 1988, con tal buena fortuna que en grupo reducido, integrado además por su bella esposa, don Rafael Solana y Tomás Urtusástegui, nos fuimos a excursionar un día entero a Chichén Itzá. Cofradía pequeña y selecta, la pasamos a todo dar, y si bien los temas de conversación fueron múltiples y diversos, por cuestiones de afinidad y del propósito mismo del viaje prevaleció sobre todo el teatral. Un hombre sabio y sensible, todo un personaje, pero además de un muy agradable trato desde el principio, todas las veces que nos vimos fue siempre amable y hasta cálido, expresamente agradecido cuando por una u otra razón escribía sobre su narrativa o su teatro, o sobre alguna nueva película con guión suyo, o sobre algún evento donde había sido con justicia reconocido por su escritura multiforme y todas las veces incisiva, incluido el Premio Nacional de Lingüística y Literatura en el 2001.