Mi padre se fue muy tranquilo y murió en la raya

“Se fue muy tranquilo”, dijo Laura Emilia Pacheco, al referirse a la muerte de su padre, el escritor José Emilio Pacheco, a los 74 años, el pasado 26 de enero, debido a un paro cardiorrespiratorio. “Se fue en paz. Murió en la raya como él hubiera querido. El viernes terminó «Invenentario», su columna periodística, que escribió para un querido amigo, que era Juan Gelman. Hizo creación como todas las noches. Se acostó a dormir y ya no despertó”.

Irás y no volverás

Tanto escribió José Emilio Pacheco sobre lo efímero, lo pasajero, lo que ya nos dejó del todo que cualquier texto sobre su partida parece una burda coda a un libro infinito, el suyo, sobre la devastación de la pérdida: de la ciudad, de la infancia, del amor. Como la novela de Balzac la obra toda de nuestro gran poeta podría titularse Ilusiones perdidas.

Adiós, José Emilio de todos nosotros

Quizá porque su novela Las batallas en el desierto narraba una historia que nos conmueve hasta los huesos: la de un amor imposible entre un niño y una mujer adulta, o por lo mucho que amó a la Ciudad de México y la describió con pasión, o por sus poemas profundos, intensos, que herían sin necesidad de recovecos eruditos de esos que nadie entiende, o tal vez porque en sus apariciones en público le gustaba hacer gala de su exquisito sentido del humor, señal de su puntual inteligencia, lo cierto es que los jóvenes adoraban a José Emilio Pacheco.