El amor no correspondido
De mi cuaderno: Carson McCullers (1917-1967).
De mi cuaderno: Carson McCullers (1917-1967).
Hay de homenajes a homenajes: institucionales, “oficiales”, los obligados porque no queda de otra, los post mórtem… pocos convocados por la sociedad, y muchos menos los que amigos, compañeros, familia ofrecen a una persona para simplemente reconocer los méritos del amigo y ofrecer su solidaridad. Fue “50 años de escritura periodística y literaria” uno de estos últimos, el pasado jueves 23 de julio, donde para recordar la trayectoria de Marco Aurelio Carballo se dieron cita (Hotel Geneve, salón Terraza) sus amigos más cercanos, los “cuates”, quienes se organizaron y convocaron a este sencillo y muy emotivo acto de “justicia” para la meritoria carrera de un escritor y periodista que, sin descuidar esta última profesión, decidió hace muchos años dedicarse a su otra vocación: la literatura.
Mario se encarga de dejarnos con la sensación de que es imperioso ir a comprar la novela porque ya estamos, como quien dice, picados.
Para celebrar los 80 años de edad del periodista y escritor Huberto Batis, alumnos y colaboradores en el suplemento cultural Sábado, que dirigió entre 1985 y 2000, opinaron del maestro y jefe, invitados por José Luis Martínez S., director del suplemento cultural Laberinto de Milenio.
Soy un producto de universidades públicas, no del Estado o de los medios de comunicación.
Hay premios ajenos que dan coraje, algunos dan envidia —de la buena y de la mala—; y también hay de premios a premios, por ejemplo, no es lo mismo el Nobel o el Príncipe de Asturias, que una mención honorífica en los juegos florales del barrio, sin ánimo de menospreciar.
Decían que eras difícil, intransigente, como un demonio según algunos, pero yo te conocí gentil, amable, y con esa imagen me quedo.
El colombiano Ramiro Meléndez, productor de Mecánica Nacional, hubo de realizar tres viajes a España para visitar a Carmen Barcels, representante de Gabriel García Márquez, y así llegar a un acuerdo económico para lograr los derechos y llevar al cine, dirigida por Luis Alcoriza, una de sus obras; tenía en mente La mala hora, El coronel no tiene quien le escriba o La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada. Pero la verdad es que las exigencias eran muy altas a pesar de la recomendación del propio maestro.
Faulkner no es —admitámoslo— un autor fácil y sencillito de leer; es, sí, deslumbrante por su lenguaje, fascinante por sus historias, conmovedor por sus personajes… y terriblemente complejo en sus estructuras narrativas pero, quizá por eso mismo, un reto al que hay que enfrentarse, como mal dice un dicho, flojitos y cooperando para disfrutar a este autor ganador de un Nobel de Literatura (1950) por sus extraordinarias dotes de narrador, y también —agregaría yo—, retratista de un sur devastado y devastador, creador de Yoknapatawpha, esa región mítica que se parece tanto, tanto al verdadero Mississippi que lo vio nacer y que él amó y sufrió y conoció tan bien.
Una de las historias más tristes y a la vez más hermosas y poéticas de nuestro inmenso uruguayo Juan Carlos Onetti —que mucho desdice de su fama de sórdido y misógino, y autor a quien pese a su comprobada grandeza admiras o rechazas desde las primeras páginas (yo soy, con mucho, de las primeras)— es la que nos cuenta el regreso a Santa María de la vasquita Moncha Insaurralde, o Insurralde, un poco emparentada con la Penélope de la Odisea y la de Serrat, la una tejiendo, interminable, y la otra sentada en el andén; esa novia eterna esperando el retorno del amado sin saber —o quién sabe— si volverá.
Sin detenernos en definiciones que a fin de cuentas sólo sirven para etiquetar ¾a veces aquello que no entendemos¾, la literatura está poblada de seres dañados de una u otra manera. Y el daño debe siempre servir para algún fin en la historia ¾como detonante, para crear una atmósfera, para hacer avanzar la acción, como símbolo, bla bla bla…¾, y siempre debe desatar una respuesta en el lector, bien sea una empatía o un rechazo, si no, por qué otra razón habríamos de dañar un cuento. En fin, juegos de palabras que intentan ser reflexiones, o reflexiones que llevan a un juego de palabras.
Para nadie es un secreto la cantidad sombrosa de enemigos que Truman Capote acumuló a lo largo de su existencia.
A lo largo de doce años, el sitio fue reconstruido y hoy es un memorial: un lugar con la gran torre central, el edificio para las artes y amplias áreas jardinadas, de paz y meditación, para las familias de quienes ahí perdieron la vida, civiles y rescatistas.
Algunas batallas las ganaste, otras no. Perdiste la más importante.
Buscando unas referencias para un texto que preparo sobre Truman Capote me di cuenta de que no pasa un par de días sin que, por una u otra razón, vuelva yo a mis viejos libros. Al abrir uno de ellos, cayó un par de amarillentas cuartillas que publiqué en aquel famoso suplemento cultural que René dirigía en Excélsior, donde tuve el privilegio de colaborar.
Dicen que la impresión de la primera vez que uno asiste a la ópera definirá si te gustará para siempre y llegarás a ser un buen amante del género. Tal vez sea cierto —no puedo asegurarlo—, pues una mala producción o puesta en escena demasiado seria —o por el conrario, demasiado moderna— puede aburrirte o desilusionarte.
Para el programa de Shakespeare in the Park, recomiendan llegar desde que abre el parque, a las seis de la mañana, para formarse y conseguir boletos.
No se trata de un club de escritores sino de un lugar casi sagrado donde los miembros pueden asistir cualquier día, a cualquier hora, y sentarse a escribir sin interrupciones de ningún tipo.
Salir se convirtió en una actividad dolorosa porque cada esquina, cada iglesia, cada muro era un recordatorio de las víctimas del atentado.
Difícil hablar de alguien a quien uno ha querido y admirado pero que no está ya más entre nosotros, por usar el lugar común que Arrigo me perdonará porque siempre fue muy bueno conmigo, aun cuando me equivocara y mereciera un coscorrón —que nunca me dio.