Terror en la Ciudad de México
Cuando se quiere vaticinar la fecha, el día, la hora y la intensidad, se cae en la peor de las falacias.
Cuando se quiere vaticinar la fecha, el día, la hora y la intensidad, se cae en la peor de las falacias.
Los cuentos y la novela de Rulfo provienen de la cultura criolla de El Bajío.
Parece que es él mismo el asesino que hay que perseguir y capturar. Se ve como un cínico insensible ante la tragedia de la muerte.
Una historia de terror, dentro de los cánones del miedo sobrenatural, pero con una línea histórica dentro de la ficción.
Lo que se presenta como prudencia del gobierno mexicano es una respuesta diplomática.
Mostraba oposición al American Establishment y, por ende, al del mundo entero. Se le conoció como “profeta del rock”
¿O era un concierto de rock o era un mitin de Morena con su santo indiscutible? Crónica imperdible de Humberto Guzmán.
En pleno comunismo, Kafka era considerado, en la antigua Checoslovaquia, un escritor “pequeño burgués, judío, que escribía en alemán”.
Quise buscar los caminos de mis novelas Los buscadores de la dicha y Los extraños que tienen como trasfondo Praga.
Alguna vez estuve en las Islas Marías, la cárcel de leyenda negra por antonomasia —más que el antiguo Palacio Negro de Lecumberri—
Su intención no era tanto desenmascarar un sistema de opresión nacional sino de novelar una situación terrible.
No sé por qué creemos que los escritores que nos gustan son siempre geniales. En estas páginas, alguna vez escribí que Mario Vargas Llosa es un maestro de la novela —no recuerdo si me refería a una de sus novelas o por el conjunto de ellas—
Todo monstruo, al ser rechazado, se le condena a la soledad, uno de los peores padecimientos del género humano.
En días pasados se clausuró el VII Congreso Internacional de la Lengua Española, en Puerto Rico. El presidente de la Academia Mexicana de la Lengua
La visita del papa Francisco quedó atrás. Alguna gente negó la utilidad de su visita, de acuerdo con una encuesta citada en radio. Como dijeron sus adelantados, Francisco no venía a resolver los problemas del país, sino, él lo dijo, como un peregrino, como un misionero. Por eso se negó a recibir a los “padres de los 43 desaparecidos”, que se hubiera entendido que bendecía a ese grupo político. Algunos pecaron de ingenuidad —se peca de todo—, dijeron que no se lo permitió el gobierno. El dolor es universal y no es propiedad de un sector específico de la sociedad.
Cuando murió el superstar británico David Bowie, el 10 de enero pasado, en Manhattan, Nueva York, me di cuenta, no sin nostalgia, que algo de mí había muerto o estaba a punto de ocurrir. Otros se han referido a sus valores musicales, las imágenes de sí mismo que gustaba mostrar a sus fans y algo acerca de su vida; así conocimos el barrio Brixton de Londres, donde nació en 1947.
En el 2015 que terminó tuvimos la oportunidad de visitar el Universo de Farabeuf de Salvador Elizondo (1936-2000) en el Palacio de Bellas Artes. En una pequeña sala, que por el silencio y la penumbra que ahí imperaban parecía más un velatorio que una exposición sobre una novela publicada hacía cincuenta años. Después de cruzar el río de visitantes de las exposiciones de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, por la “magia” de la televisión, llegar al aposento de una novela intimista, de vanguardia en su momento, fue para mí, espectador único, como recogerse en la profundidad del ser o en la de la incógnita de la vida.
En días pasados (no) se festejó otro 20 de noviembre, día del inicio de la Revolución Mexicana en 1910, aunque el enfrentamiento de los hermanos Serdán con soldados del ejército mexicano se dio el 18. El 5 de febrero de 2016 se conmemorarán noventa y nueve años —en uno y dos meses más los cien— de la Constitución de 1917. Me anticipé a este último acontecimiento con mi novela* en la que el personaje leitmotiv, Emerenciano Guzmán, es un militante carrancista de Salvatierra, Guanajuato, de “la vida real”.
Martín Luis Guzmán dijo en 1971: “aquí hay muchísimas cosas que no pueden hacerse públicas”, en una entrevista publicada en Proceso (18/junio/2010). Él se atrevió a decirlo, los demás se quedan con lo que “se puede decir”, que se toma como la verdad. Esto ha ocurrido siempre y está ocurriendo en México. Se dice lo que se puede decir y se hace lo que se puede hacer. Pero, ¿quién pone los límites? Las circunstancias del juego político, la mejor respuesta. También se puede decir y hacer de más, porque las circunstancias lo permiten.
Espanta la capacidad de autoengaño que tenemos los mexicanos, por ejemplo, en cuanto a nuestro origen. Entiendo que las naciones hacen su historia a su conveniencia, pero, ¿es la nación o un grupo que se ha apoderado de ella? Dicen que la historia la hacen los que ganan la guerra, victoria que es moldeada según los criterios de una minoría en el poder y la relata. México no es la excepción.