¡Yo soy su padre!
Santiago Creel como presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y Norma Piña como ministra presidenta de la Corte han marcado un antes y un después en la relación entre poderes.
Santiago Creel como presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y Norma Piña como ministra presidenta de la Corte han marcado un antes y un después en la relación entre poderes.
AMLO afiló los cuchillos y llamó “adversario político” a Cuauhtémoc. Era tanto como decirle “bájate o me voy sobre tu hijo Lázaro”, hoy coordinador de asesores de presidencia y exgobernador de Michoacán.
El Plan B de la reforma electoral es la ruta del fraude. Fue diseñada para dar ventaja al partido del presidente. La eliminación de PREP para impedir que se conozca la tendencia ganadora la noche de la elección.
López Obrador y Claudia Sheinbaum son dos tiranos en caída. Las encuestas muestran el derrumbe de ambos gobiernos. Son dos gotas de agua, -ella copia de él, -desesperados por evitar un trágico final.
El mandatario mexicano no entendió los alcances de la X Cumbre de Lideres de América del Norte. Siguió hablando de una soberanía chabacana, de conservadores y liberales, de hegemonías trasnochadas.
Una mujer llega a la presidencia de la Corte cuando el Poder Ejecutivo está encabezado por un varón enemigo de la Constitución, la democracia y la división de poderes.
Yasmín no es una cosa, ni la otra, ni la otra. No es abogada porque se tituló plagiando una tesis. No es competente ni legítima porque su carrera es resultado de una estafa y de un engaño a la UNAM.
El Presidente ha invertido horas y días para tratar de convencer a la opinión pública de que los sicarios pudieron haber sido enviados por “grupos contrarios a la Cuarta Transformación” para desestabilizar a su gobierno.
La aprobación de una iniciativa que fue pensada para dañar al país abre enormes desafíos. ¿Por qué un diputado o un senador puede votar impunemente a favor de un proyecto que busca dar un golpe a la Constitución, sin que pase nada?
El Plan B de la reforma electoral de López Obrador es el plan de un bandolero. Es la estrategia de un asalto al INE para quedarse con el botín y acomodar las leyes a conveniencia de un régimen autoritario.
Ricardo Monreal provocó en Palacio Nacional un sismo político. Deslizó que buscará ser el candidato de la oposición a la Presidencia de la República. Él y Santiago Creel anunciaron un acuerdo para el Diálogo y la Reconciliación Nacional.
López ya tomó la decisión de tocar los tambores de guerra en contra de los mexicanos. Ya partió al país en dos. Llama “pueblo” a sus aliados y enemigos del “pueblo” a sus adversarios.
López quiere ganar con una contramarcha lo que no puede obtener por la vía constitucional. No quiere que su mercado electoral lo vea débil y derrotado por el Congreso.
Desesperado, fuera de sí dijo que la movilización no busca defender la democracia sino atacar a su gobierno. Y en eso tiene razón porque hoy defender al INE significa salir a impedir que él y su proyecto totalitario se perpetúen.
Y es que López viene de la cultura del engaño y la extorsión. No cree en el voto libre, sino en la elección “arreglada”, convenida y negociada, en el acarreo de masas hambrientas y empobrecidas fáciles de manipular.
La respuesta es simple: sería un país donde las elecciones estarían totalmente controladas por el gobierno y donde el “gran elector” o el único arbitro sería el Presidente de la República.
Recordaron el discurso de Belisario Domínguez cuando llamó carnicero al entonces Presidente de México, al General Victoriano Huerta. Tal vez desde entonces no se le había hecho una crítica tan dura a un militar de alto rango.
El gobierno lleva cuatro años trabajando en desvalijar la Constitución, la división de poderes y el Estado de derecho para que impere la “ley del ladrón”, secuestrar en el 2024 la democracia y construir un Maximato.
El grupo Guacamaya –supuesto autor del hackeo– deja ver a un Ejército frívolo. Desclasifica la instrucción que da el General Secretario del Ejército Mexicano para que borden las toallas de su casa con los nombres de él y su esposa.
López Obrador está atrapado entre dos fuegos. Entre militares indignados, acusados de asesinar y desaparecer a los estudiantes de Ayotzinapa y padres de familia que exigen justicia para sus hijos.