La concordia universal
Desde un punto de vista teórico, esta ruta confiere la razón a las tesis de Thomas Hobbes y Nicolás Maquiavelo, en detrimento del arreglo social propuesto por John Locke y Emmanuel Kant.
Desde un punto de vista teórico, esta ruta confiere la razón a las tesis de Thomas Hobbes y Nicolás Maquiavelo, en detrimento del arreglo social propuesto por John Locke y Emmanuel Kant.
En abono a esa meta, despliegan políticas exteriores acomodaticias, aislacionistas y condescendientes con los poderes hegemónicos, que solo son útiles en el corto plazo.
Ciertamente, la apuesta internacionalista ya no es la primera opción. La buena gobernanza mundial, en los términos planteados en la Carta de la ONU, es cada vez más utópica porque no puede controlar al poder.
La guerra (caos) es justa si observa normas y reglas de validez universal y cuando quien la ejerce es su víctima. Por el contrario, si la emprenden actores poderosos, estos la justifican como recurso para alcanzar objetivos acordes con sus intereses.
La citada doble perspectiva existe hoy en la Organización de Naciones Unidas, la cual busca conciliar paz con guerra, cooperación con conflicto y seguridad militar con aquella multidimensional y sostenible.
Dicho modelo, conocido en la teoría de las relaciones internacionales como realismo contingente, privilegia la acción cooperativa por encima de la competitiva…
Un vistazo a sus publicaciones en medios escritos y electrónicos confirma su preocupación en temas asociados con rezagos sociales, exclusión y guerra, entre otros.
El novel papa también abreva de su antecesor Francisco, quien fuera activo promotor de una narrativa de denuncia de la injusticia social, la migración y la protección del medio ambiente.
Todo frente diplomático que se abra para este tipo de propósitos, debe recurrir a lo mejor del poder suave y poner sobre la mesa de negociación fórmulas que ofrezcan vías de escape al conflicto…
En un contexto mundial incierto y peligroso, el nobel pontífice puede desplegar las herramientas diplomáticas de la Santa Sede para dirigir la convivencia global hacia un destino sustentado en valores comunes y en el respeto al orden jurídico.
Habituados a un sistema multilateral cuya efectividad descansa en el equilibrio de poder entre las superpotencias, la situación descrita viene a cuestionar los alcances y límites actuales de ese modelo de coexistencia.
En este contexto y porque cuenta con el capital político, diplomático y moral necesario, la Santa Sede puede contribuir a mejorar la convivencia entre las naciones.
En todo caso, la ausencia del Papa argentino pone sobre la mesa expedientes que no han sido agotados y que deben revisarse si se aspira a una genuina reforma de la Iglesia, que la acerque a la gente.
Francisco ha conducido al catolicismo en un mundo agitado, donde el relativismo cultural y la herencia conservadora de Juan Pablo II y Benedicto XVI propician que los templos estén vacíos.
En poco tiempo, hemos sido testigos de la forma en que Estados Unidos pierde autoridad porque archiva la política exterior que suma y la sustituye por otra, que demerita alianzas y la cooperación que tradicionalmente le han ofrecido tantos países amigos.
En un entorno global incierto y de riesgo, las amenazas son poco útiles porque restan valor a la buena diplomacia (contundente y prudente), que analiza escenarios y descarta medidas radicales porque rompen consensos estructurales y traen consecuencias indeseables y disruptivas.
Como nunca, la toma de decisiones recae en la Casa Blanca, donde parece no haber mentores intelectuales que la nutran con base en la rica experiencia diplomática de Washington.
Este resultado tiene potencial para modificar el liderazgo legítimo de Washington en un entorno mundial muy complejo, donde el más reciente y peligroso capítulo de la Guerra Fría exige cautela diplomática.
A este enfoque se le conoce como realismo político y, con sus variantes, funcionó bien en la etapa bipolar. El desaparecido bloque socialista hizo un esfuerzo paralelo y desarrolló su propia escuela.
El problema es estructural. De ahí que, para remontar insuficiencias económicas y rezagos sociales, los estados deban fraguar acuerdos políticos sustentados en un pragmatismo edificante…