¿Qué sigue para el mundo?
Aunque remoto, hay espacio para un arreglo alternativo y auspicioso. Para emprender el cambio se requiere una idea de paz sostenible, que posibilite procesos de reconciliación política…
Aunque remoto, hay espacio para un arreglo alternativo y auspicioso. Para emprender el cambio se requiere una idea de paz sostenible, que posibilite procesos de reconciliación política…
Existe, sin embargo, otra cara de la diplomacia, que a contrario sensu, la asocia con el ejercicio de la violencia para perfilar una negociación a modo o someter al interlocutor.
Es así, entre varios motivos, porque las potencias, en abono a sus intereses, durante décadas han violentado normas jurídicas, lo que ha mermado su liderazgo…
Para la paz y la pacificación, es fundamental. Vigila conflictos potenciales y los contiene; al hacerlo aporta a la estabilidad de sistemas políticos variopintos. También es útil porque disuade la violencia mediante su uso o la amenaza de su uso.
A nivel internacional, la dupla empatía-solidaridad que alimenta la diplomacia humanitaria contribuye al éxito de iniciativas destinadas a crear condiciones para el desarrrollo y la paz.
Hace más de dos milenios que Tucídides relató la guerra del Peloponeso y afirmó que quien puede recurrir a la violencia no tiene necesidad de recurrir a la justicia. Desde entonces, poco han cambiado las cosas.
Los procesos socio-políticos incorporan variables y actores múltiples, maduran con el tiempo y conforman dinámicas que derivan en condiciones adecuadas para la estabilidad y la paz o el desequilibrio y el desencuentro.
El diagnóstico es acertado, pero también muy general y endeble, debido a que tiene como origen la presunción de que las relaciones internacionales, como disciplina, se limitan al análisis de la política exterior de Estados Unidos.
Así, la idea del conflicto permanente se mantiene a partir de la presunción de que la globalización es de suyo injusta y no propicia la distensión y el acuerdo.
En el sistema internacional vigente, el vínculo que une a la paz con la guerra adquiere notoriedad cuando la primera se construye o mantiene gracias a la constante preparación de la segunda.
Esta fórmula, siempre virtuosa, pierde efectividad cuando incorpora componentes ideológicos y dogmáticos, que anteponen intereses de soberanías cerradas y criterios religiosos que cierran puertas, rigidizan procesos políticos y desvirtúan la requerida paciencia.
Después del rechazo inicial por la guerra, la opinión pública mundial parece estarse acostumbrando a ella y a la “nueva normalidad” que ha traido a las relaciones internacionales. Esto es motivo de preocupación.
¿Podrá llegar a tener presencia en este escenario Latinoamérica, los gobiernos socialdemócratas -la Marea Rosa, conducida por Chile, Argentina, Brasil, Colombia, y México si el presidente se deja asesorar por los que entienden de política exterior?
La mutación de la diplomacia se vincula con la velocidad de las comunicaciones y el incremento del número y calidad de los actores estatales, locales y de la sociedad civil que participan en las relaciones internacionales.
El canciller debe ocuparse de los problemas y amenazas que vienen desde el exterior, pero también dedicarles mucho tiempo a los misiles lanzados desde Palacio Nacional que parecieran querer distraer a la gente de los problemas internos por los que atraviesa nuestro país.
En tiempos más recientes, esa idea de colaboración es más sofisticada, tal y como lo reflejan los complejos mecanismos de la diplomacia multilateral, en sus vertientes universal, regional y local.
La complejidad creciente de la política mundial ha propiciado inéditas interpretaciones del poder, ya no necesariamente ligadas a sus componentes estratégicos, económicos y militares.
Su objetivo es desarrollar acciones de colaboración para la vida sana de las nuevas generaciones y la protección a niños y jóvenes, a los que abre puertas para un futuro mejor.
Su dimensión global ha estimulado el desarrollo de mecanismos inéditos de cooperación, que tienen particular expresión en el sistema multilateral; son mecanismos que sistematizan información y ofrecen cursos de acción con base en la ciencia y en las lecciones aprendidas en todo el orbe.
Los presidentes mexicanos recién electos realizan su primer viaje a sur del Continente, (Brasil, Argentina o Chile) para “mostrar” su cercanía y después va a los Estados Unidos.