Vientos de renovación.
La coyuntura registra tendencias vanguardistas de alcance universal. Por un lado, la gente valora a la democracia como instrumento efectivo de cambio social y porque proyecta sus aspiraciones de bienestar.
La coyuntura registra tendencias vanguardistas de alcance universal. Por un lado, la gente valora a la democracia como instrumento efectivo de cambio social y porque proyecta sus aspiraciones de bienestar.
Tal y como ocurrió en el largo periodo de la Segunda Posguerra, todo parece girar alrededor de la doble presunción de que el Estado capitalista es perverso y no se lleva con la justicia.
En la búsqueda de la paz justa y duradera a la que tenemos derecho todos los pueblos, esa secularización descarta que se invoque a Dios para hacer la guerra.
La Administración entrante comienza labores en un contexto global marcado por la emergencia sanitaria y por desencuentros, algunos rancios y otros frescos, en el país y en diversas regiones del mundo.
Las lecciones aprendidas en el año 2020 han quedado registradas en la memoria histórica de la humanidad. Todos los conflictos, potenciales y reales, fueron relegados a una posición secundaria por la emergencia sanitaria.
El Coronavirus se ha posicionado en la cima de la agenda global y las acciones de pueblos y gobiernos están supeditadas a su control y eventual erradicación. No podría ser de otra manera.
De las nuevas amenazas, el terrorismo destaca por su violencia intrínseca. Así lo confirma el estado de conmoción global generado en 2001 por los atentados del 9/11 en Estados Unidos, cuya raíz puede encontrarse en el conflicto en Medio Oriente.
En este resbaladizo contexto, la amenaza de destrucción mutua asegurada que dominó el pensamiento estratégico del conflicto Este-Oeste, ha sido sustituida por la de guerras nucleares “limitadas”.
En tales condiciones, es muy complicado identificar las causas profundas que estimulan pobreza, hambre, desigualdad, enfermedades y migraciones en todo el orbe.
Su dimensión global ha estimulado el desarrollo de mecanismos inéditos de cooperación, que tienen particular expresión en el sistema multilateral; son mecanismos que sistematizan información y ofrecen cursos de acción con base en la ciencia y en las lecciones aprendidas en todo el orbe.
Estas consideraciones tienen estrechos vínculos con normas de Derecho Natural (jusnaturalismo) que postulan justicia, igualdad y libertad para todas las personas, por el solo hecho de ostentar esa condición.
En un mundo globalizado, que con frecuencia pasa por alto la historia, conmemorar el día en que se inició el movimiento insurgente en 1810, tiene especial connotación.
Al interior de la Iglesia Católica y con actitud proactiva, Bergoglio busca tender puentes que acerquen a liberales y conservadores, de tal suerte que respalden la propuesta de Paulo VI de edificar la civilización del amor.
No es extraño por ello que, en periodos de crisis como el actual, se retome la idea de que el paraíso terrenal es posible, aunque en los hechos su existencia se limite a un mero relato simbólico.
La apertura democrática y la economía de libre mercado que sucedieron al comunismo, tras el triunfo de la Revolución de 1989, son ahora las fortalezas del país.
La mutación de las relaciones internacionales es resultado de una globalización incompleta e injusta, que aunque invoca méritos, en los hechos profundiza asimetrías económicas, desatiende la agenda del desarrollo y no ofrece señales claras sobre la mejor manera de mantener la paz
Al parecer, en el imaginario colectivo de quienes tienen acceso a esas nuevas tecnologías de la información, tiende a diluirse, a perderse, la referencia a los millones de personas que viven al margen de los beneficios de la realidad virtual.
Cierto, amor y solidaridad son virtudes difíciles de alcanzar, de las que todos hablan pero pocos estiman como base de un nuevo orden mundial, que reconceptualice el poder y lo democratice en beneficio de todos los pueblos.
Este enrarecido panorama cae como balde de agua fría a quienes sostienen que la globalización es un fenómeno virtuoso, que llegó para quedarse.
Pero pasó, al igual que ocurrió con pestes de la antigüedad, como la de Atenas a la que alude Tucídides y la Negra, que afectó a la región euroasiática en el lejano siglo XIV, sin pasar por alto muchas otras, incluso recientes, como el ébola o la fiebre porcina.