El malvado pánico
Como en el caso de la pandemia, es imposible evitar el daño, y hay que conformarse con intentar aminorar los efectos.
Como en el caso de la pandemia, es imposible evitar el daño, y hay que conformarse con intentar aminorar los efectos.
Se comenta mucho que el coronavirus acarrea el riego de una crisis económica; de hecho, la recesión está presente; no habrá crecimiento en 2020 y tal vez ni unos años por venir.
Tras el biombo del coronavirus dan información tardía e incompleta. El secretario Javier Jiménez Espriú, que gusta de juegos de palabras, explicó ese hecho como “alabeo repentino hacia la izquierda… por dos tornillos sueltos”.
¿Por qué no se suspende Dos Bocas y el Tren Maya si se requieren recursos de toda índole para mitigar los efectos de la pandemia?
Mas allá de las convicciones personales, el ser humano siempre ha buscado su relación con lo trascendente, mucho de lo cual no puede explicarse.
Los sistemas de salud en el mundo parecen colapsarse en muchos países, los números que han reportado países como China, Italia, España y Estados Unidos son lapidarios, el feroz imponderable que representa el virus ha desnudado las insuficiencias, de modo oportunista en un momento en el que nadie presagiaba el horror.
Hay también quienes visualizan estos hechos a través de prismas milenaristas y de signos que anunciarían la inminencia del fin de los tiempos. Las creencias se respetan, pero en la atención del Covid-19, lo secular se ha impuesto a lo divino.
En los 50 estados que conforman el territorio estadounidense hay contagios y sólo en el estado de Wyoming, no se han registrado decesos. El avance de la pandemia parece no debilitarse
Es verdad que nosotros elegimos a ese conductor, pero también lo es que los electores miran cada vez más hacia el puente de mando y advierten que en esa tribuna suprema, donde debiera residir un liderazgo redentor, sólo proliferan las palabras y los desaciertos, o los silencios y las evasivas ominosas.
Los morenos son responsables de la intentona de pretender distorsionar el sistema democrático; de viciar el principio de que en una elección las partes deben jugar en igualdad de condiciones.
El presidente Andrés Manuel López Obrador sigue desatendiendo personalmente los tardíos lineamientos tomados por el sector salud del país, portando sus dos estampitas del sagrado corazón de Jesús, su dólar de dos pesos y su trébol de cuatro hojas.
Lo ignominioso, sin embargo, en todos estos casos, además del sufrimiento y la pérdida de vidas, son los efectos políticos y sociales posteriores que inevitablemente acarrean estas desgracias.
En muy poco tiempo el mundo está cambiando, la comprensión sobre la realidad nos obliga a la racionalización del pensamiento, la evaluación actual del comportamiento y lo incierto del porvenir.
¿Qué vendrá después cuando la pandemia parece subsumirse ante la ansiedad de mentalidades extremadamente capitalistas que se preocupan por las inversiones?
En nuestra sociedad está y estará presente el debate sobre la oportunidad de la actuación gubernamental, con base en algunos componentes: la experiencia de otros países, como la República de Corea, en su anticipación.
Lo primero que muestra es la solidaridad de la sociedad en tratar de protegerse, si bien el Gobierno no ha dado muestras claras (esperemos que las dé) de una preocupación severa.
El colorido de la vida, bajo la luminosidad y calor solar está bajo el manto invisible y silencioso de una pandemia de consecuencias desconocidas.
¡Qué lastima!, digo, porque estamos en el mejor momento para recibir apoyo del mundo entero para en tierras mexicanas combatir a ese extraño enemigo. Su nombre, Coronavirus, o Covid-19.
Este miedo a las posibilidades ambivalentes del desarrollo científico y tecnológico se hizo realidad unos pocos años más tarde, en 1945, con la bomba atómica. Sobrevino un nuevo temor, esta vez a la desintegración atómica, es decir, fundamental de la materia.
La declaración formal de estar en la fase dos en términos de la OMS, se demoró porque el ejecutivo federal, tiene otros datos y se resiste a tomar las medidas previstas por los expertos extranjeros.