Tercer debate, una anécdota en la campaña
“Si el tercer debate presidencial fuera una competencia y se tuviera que declarar un ganador, declararía desierta la competencia”.
“Si el tercer debate presidencial fuera una competencia y se tuviera que declarar un ganador, declararía desierta la competencia”.
Al ejercicio del poder público hay que quitarle la frivolidad, la fatuidad, la opulencia, el derroche, la fantochería, y hasta el miedo que la gente siente.
En términos objetivos resulta complejo predecir el impacto que tuvo el debate en preferencias electorales
Si un debate es estéril, tres son una verdadera agresión a los ciudadanos, pues no sirven para maldita la cosa.
Hubo pronunciamientos y definiciones en temas delicados que los candidatos no pudieron rehuir, escondiéndose detrás de generalidades.
Los electores merecen algo más que fuegos fatuos y pirotecnias discursivas.
López Obrador “sí se preparó en esta ocasión. Se esperaba más era de José Antonio Meade y Ricardo Anaya, por los temas que se debatieron”.
Un ejercicio que mostró que este tema no es el fuerte de nuestros candidatos presidenciales, pues se enfocaron demasiado en Estados Unidos, en ataques personales.
Que no sigan pegando ladrillos al edificio sin sentido, ni se pretenda derrumbar lo construido.
Los resultados no implican a estas alturas de la contienda que sean definitorios.
Los ciudadanos tienen derecho a enterarse de qué prometen los aspirantes a un cargo de elección.
“Entiendo el enojo de muchas personas, quienes ante la impunidad que se vive, vean con buenos ojos ocurrencias como la que se presentó”. “El votante mexicano es más inteligente y más sofisticado de lo que creen nuestros políticos”.
Una elección no se gana en un debate pero en un debate puede perderse.
Debate presidencial.
Los números fríos no captan las emociones que afectan el voto popular, que lamentablemente no nace del análisis y la inteligencia, sino de una acción emotiva.
Para los seguidores de los candidatos ganó su “gallo”, no reparan en los yerros o deficiencias sino que dan por hecho y por dogma que su aspirante arrolló.
Habrá que esperar los otros debates para ver si hay menos ataques y más propuestas. Por respeto al electorado.
Zavala: “el nervio le ganó”; Rodríguez: “es sarcástico, agresivo”; Meade: “su voz es monótona y aburrida”; Anaya: “su lenguaje de las manos es bueno”; AMLO: “habla muy despacio y este tipo de personas son arrogantes”.
Quienes se erigen como conciencia electoral están por lograr que a México no le quede entre un dictador, como López Obrador, y un hombre de muy pocas lealtades, como Anaya. Meade carga con el desprestigio del PRI y los fracasos de este sexenio y no le favorece aparecer como la continuidad de lo que la gente rechaza.
Aún falta ver cómo aterrizan y avanzan las propuestas que de manera incipiente se comienzan a contrastar.