Las filas V. I. P.
Ese es el gran retrato de la estafa del presidente Andrés Manuel López Obrador a sus electores y más aún a sus seguidores entusiastas e incluso a sus fanáticos; en realidad gobierna para unos cuantos con un discurso demagógico.
Ese es el gran retrato de la estafa del presidente Andrés Manuel López Obrador a sus electores y más aún a sus seguidores entusiastas e incluso a sus fanáticos; en realidad gobierna para unos cuantos con un discurso demagógico.
Sin embargo, el intento de borrar las instituciones públicas del pasado no se limita a ese ámbito, sino que incide en las estructuras fundamentales del Estado mexicano, marcadamente las de carácter político.
El atentado contra los presos políticos en Lecumberri, el 1 de enero de 1970, me hizo regresar a México en junio de ese año, lo más rápidamente que me fue posible, venciendo los trámites burocráticos soviéticos.
Quien hizo un compromiso público no cumplió. Y no es complicado —administrativamente hablando— que un partido opte por dejar de recibir el financiamiento público que le corresponde, o una parte del mismo.
Todo ese impresionante aparato demagógico, consigue su propósito: elevar casi a niveles de culto religioso al presidente, como un gigante vencedor en la lucha contra los demonios.
Los impresentables Ortega y Maduro; y Díaz-Canel y los cubanos, que siguen empantanados en un socialismo sin futuro.
Atrás quedaron las nociones de adversarios a los que se les podía dar la mano luego de las elecciones, pues ahora se pide mantener vivo el recuerdo de que la situación actual por la que atraviesa un país –regularmente descrita como mala, aunque no lo sea en verdad– es culpa de los enemigos, nombrados con distintas etiquetas.
Uno de los resultados perversos de esa polarización electoral, es paradójicamente, que no corresponde siempre a una división social, étnica, cultural, de género, de orden generacional.
El presidente Enrique Peña Nieto subrayó que “el México que queremos construir entre todos es un México que vamos haciendo todos los días”.
Desde la óptica del Premio Nobel de Literatura, los mexicanos deben tomar en consideración la tragedia que ocurre en Venezuela, donde se ha impuesto una dictadura.
Ningún mexicano en su sano juicio da crédito a tales patrañas cuando mes con mes ve incrementarse los precios de los combustibles.
El Premio Nobel de Economía 2001 asegura que una democracia debe responder y satisfacer las necesidades de la mayoría de los ciudadanos.
La leyenda “una imagen dice más que mil palabras” es demagógica por sí misma, como cualquier discurso efectista y alejado de la realidad.