La realidad se manipula a través de las palabras
Algunos, ingenuos, hasta llegaron a la delirante conclusión de que podría ser “un golpe de Estado”.
Algunos, ingenuos, hasta llegaron a la delirante conclusión de que podría ser “un golpe de Estado”.
Quizá se sumen uno o dos candidatos “independientes”, cuya única ilusión será acumular suficientes votos.
Meade necesita hacer una campaña de contraste. López Obrador logra ser foco de atención
Desde hace mucho tiempo, pese a los delirantes discursos políticos, en México el voto cuenta y se cuenta bien.
Las elecciones del 1 de julio de 2018 será uno en el cual las campañas serán sucias, muy sucias, escatológicamente sucias.
Si toleramos la anarquía, la convivencia social será imposible. Y será imposible también la democracia.
Liberaron a la loca de la casa: la imaginación. Espionaje, complot, Guerra Fría…
Puede trastocar hasta la rutina del proceso legislativo para los presupuestos.
Todo depende de las bancadas del Congreso. Si siguen encrespados, no habrá iniciativa que sea aprobada.
Olvida que así es la política en elecciones presidenciales, implacablemente despiadada.
Incredulidad sobre el manejo de los recursos por el gobierno de la república.
Malsana competencia entre las bancadas partidistas en el Congreso y, obviamente, en los medios de comunicación.
La reacción de los ciudadanos de a pie ha sido, otra vez, ejemplar.
Un muy mermado PRD y un siempre oportunista Movimiento Ciudadano solo se adhieren al PAN como medio para sobrevivir.
Encajaría en su habitual táctica de amedrentar a aquellos con quienes se negocia; si resisten, entonces se negocia seriamente. México debe tener un plan B.
Nadie nos explica a los ciudadanos que iremos a las urnas qué rumbo tomará esta nación durante los siguientes seis años.
Muchas circunstancias imprevistas y la volubilidad de la opinión pública crean incertidumbre sobre el resultado de la elección del año próximo.
Las actuales dificultades venezolanas son el resultado de haber llevado al gobierno a un caudillo, a Hugo Chávez.
Están ocupados en apelar a las emociones de los potenciales votantes, una práctica común en todas las democracias.
Y si no logran un asiento, viajar aunque sea sentados en el suelo.