El doble filo de la crisis siria
Las cartas de Estados Unidos siguen en la mesa, sobre todo su principal demanda de que Bashar al Assad deje el poder, lo cual se confronta con Rusia, quien es su principal aliado en la zona.
Las cartas de Estados Unidos siguen en la mesa, sobre todo su principal demanda de que Bashar al Assad deje el poder, lo cual se confronta con Rusia, quien es su principal aliado en la zona.
Como quiera que sea y quien quiera que triunfe en ese nuevo escenario electoral, nacionalismo y globalización vistos como dos directrices dicotómicas en el contexto planetario actual, en realidad representan dos caras de una misma moneda: la del disminuido capitalismo.
Es probable que de aquí a dos semanas la unión de las demás fuerzas impida una vez más la llegada al Elíseo de quien basa sus propuestas en la xenofobia y el antieuropeismo.
El próximo 19 de mayo, el electorado iraní se presentará otra vez ante las urnas para decidir la reelección del actual presidente Hassan Rohaní, u optar por alguna otra de las cinco figuras que compiten por el alto cargo.
Aunque para la segunda y última ronda de votación las casas especializadas pregonan que Macron será el triunfador, las apuestas no están cargadas.
Deberíamos acostumbrarnos: España invadida por ratas que disfrutan del aire puro sin pagarlo. Lo único bueno es que vamos sacando la mugre y depurando el sistema neoliberal.
Los indecisos pueden inclinar la balanza, pero el abstencionismo también puede ser la diferencia. Los ojos del mundo estarán puestos en Francia, donde se puede iniciar otra “revolución”.
En los inicios de su campaña para la presidencia el inculto personaje decía que durante su gobierno disminuiría el gasto militar; pero lo obvio es que ahora son todas las empresas vinculadas a la industria armamentista las que se frotan las manos por causa del alto gasto militar.
En España al menos, se llama política de café a la que hacemos todos a diario cada vez que se nos ocurre dar una opinión acerca de asuntos de Estado muy complejos en términos de lo más sencillo.
La diplomacia bilateral –EUA y Rusia–, que parecía iba a caminar por senderos distintos a los utilizados por Barack Obama, muy rápido entró en picada.
Alrededor de mil quinientos millones no escarmientan. Pero una mayoría cumple con sus compromisos y habita en santa paz.
Por desgracia lo que anda en juego es algo mucho más preocupante porque ir a los parlamentos en camiseta, o incluso solo en calzoncillos, sería en último término un asunto de buena educación.
Si las especulaciones sobre los contactos entre Rusia y Estados Unidos son reales, entonces la presión sobre Moscú será hoy más ficticia que real, pues Putin contaría con la capacidad de exponer y golpear a su rival.
Como suele suceder en las grandes jugadas internacionales, esta ocasión no podía ser la excepción. En los pequeños detalles –como movida de ajedrez de gran maestro–, se encuentra al diablo.
Llama la atención el énfasis que se realiza sobre los magros resultados que han dado las gestiones diplomáticas y los intentos de diálogo, y principalmente, las acciones recurrentes que violentan los derechos humanos y políticos elementales.
El ser humano falla múltiples veces. Demasiadas porque no cree ni en su propia sombra como suelen decir los costumbristas del siglo veinte.
En este momento, el mayor cambio detectable en la estrategia de los Estados Unidos hacia los conflictos en Siria e Iraq, radica en la decisión de la administración Trump de enviar más fuerzas militares a ambos países.
La supresión parcial de las resoluciones del TSJ no tranquilizó a la oposición. Las personas siguen saliendo a las calles, protestan en contra del hambre, la pobreza, la corrupción, la fatal situación de seguridad y exigen el restablecimiento de la democracia.
Si los recursos con que cuenta cualquier gobierno los usara para enfrentar de manera decisiva ese inhumano asunto, lo podría solucionar.
En la República Bolivariana de Venezuela los problemas no surgieron de un día a otro. Cuando Hugo Chávez llegó al poder, vivían en pobreza extrema el 45% de los venezolanos. Diecinueve años más tarde este porcentaje subió nada más al 75%.